Cuando el papá de mi amigo Tito murió hace 12 años, Tito junto con sus hermanos y tíos hicieron lo posible por darle gusto al finado don Justo, su última voluntad fue que llevaran sus restos a su tierra natal, una aldea pequeñita que queda cerca de las orillas del bello e imponente río Motagua cerca de un lugar llamado “La estancia de la Virgen”. Esto los conduciría a toparse con un tapacaminos y una bruja.
Tito es un buen hombre, llevaba un nudo en la garganta ya que sentía que aun pudo haberle dado más a su papá en vida, andaba con el corazón destrozado, sentimiento que sólo podemos conocer los que hemos perdido a nuestro padre o a un ser amado.
Al llegar a la aldea llevaron los restos de don Justo, hasta la casa donde había nacido, donde lo esperaban familiares y amigos de toda la vida. Empezaron los rezos a eso de las 8 de la noche, Tito era el más triste en la ya melancólica escena.
De pronto Tito tuvo la necesidad de salir de la casa, su tío Chepe le hizo compañía ya que él quería caminar, pero al llegar al borde de la aldea donde empieza un camino que llega a orillas del Motagua, Tito le dijo a su tío:
“Tío, déjeme sólo, quiero caminar”
A lo que su tío contesto:
“Ta bueno mijo, pero no te alejes mucho, nos espera una noche larga”.
Entonces Tito sintió la necesidad de ir por el camino hacia el río, empezó el recorrido de aproximadamente un kilómetro, había luna llena, era el mes de julio, iba caminando entre recuerdos alegres y sentimientos de congoja, por no haberle dicho a su padre en vida todo lo que sentía.
De pronto como rayo pasó enfrente de él una sombra que volaba, pensó por un momento que era un murciélago de buen tamaño, siguió caminando, cuando de repente la sombra negra pasó de nuevo, esta vez pudo reconocer que era un tapacaminos, ave que por la noche vuela comiendo insectos entre la penumbra.
El tapacaminos
Lo raro es que al seguir caminando los primeros 50 metros del camino, el ave se le acercaba cada vez más, pero Tito no le ponía mucha atención.
Entonces Tito que iba con el rostro agachado, levantó la vista para ver el camino, y notó no uno, sino que varios tapacaminos que volaban muy cerca de él, como queriendo decirle “no sigas”.
Tito no entendió en ese momento, iba con el dolor atravesado en el pecho, más aún porque fue su papá el que lo llevaba de paseo por las mañanas de su niñez en ese camino y también fue su papá el que le dijo el nombre del ave que avisa por las noches a los caminantes cuando hay algún peligro, “el tapacaminos”.
Cuando había recorrido los primeros 200 metros de su trayecto, de pronto notó una silueta negra, que venía en medio de la calle de tierra con dirección hacia él, parecía una persona, al estar cerca como a 5 metros notó que era una viejita encorvada, como de 1.50 mts. de altura y de brazos desmesuradamente largos, con un gran vestido negro, con un velo negro que no permitía ver bien las facciones de la misma, pero del cual sobresalían los largos cabellos canosos de la dama, hilera de canas que llegaban hasta el suelo.

La dama se aproximaba hacia él tambaleándose exageradamente hacia los lados cuando daba cada paso.
Tito sin ningún miedo, ya que no cabía tal sentimiento en su corazón por el dolor que llevaba, le preguntó a lo que tenía en frente:
“¿Señora, va a la velación de mi papá?, si es así, se lo agradezco”.
Pero ella sólo respondió con un quejido largo y demasiado grave para la voz de una vieja:
“Ummmmmmm ummmmmmm”
Tito le dijo entonces:
“hace más de 40 años que no venía por acá, perdone si no me recuerdo de usted, feliz noche” y siguió por el camino pasando al lado de ella.
Cuando iba a medio camino, otro tapacaminos se acercó tanto que casi llega a topar su rostro, en ese momento notó que la dama estaba adelante de él como a 25 metros del lado izquierdo, parada sobre un montículo de tierra.
Tito pensó que no podía ser la misma viejecilla, ya que ésta caminaba muy lento, como para haberle pasado a la par y ponerse así enfrente de él con tanta agilidad, pasó de largo sin voltearla a ver.
Ya estaba como a 100 metros de la orilla del río, cuando notó una silueta que venía caminado nuevamente en dirección a él, era la misma vieja, con las mismas características, pero esta vez caminaba más rápido y su tambaleo era igual de grotesco, Tito notó que no levantaba polvo al caminar como era de esperarse, por la velocidad a la que venía arrastrando su vestido negro.
Tito sólo bajó la cabeza, pero subió el rostro para verla cuando la sintió cerca, pero no la vio, entonces volteó a ver hacia atrás y la vieja iba de nuevo en dirección hacia la aldea.
Al llegar a la orilla del río, sintió ganas de meterse en él, la luna era llena y hermosa, pero sólo se sentó en unas rocas a dos metros de tocar el agua. En ese momento, ese nudo que cargaba en la garganta se soltó y lloró, ahí, sólo, lloró a su padre, aquel buen padre que de pequeño lo llevaba de la mano y a quien muchas veces en su adolescencia desobedeció.
Lloró un buen tiempo, y el dolor aún latente ya era del dolor que sana, se había desahogado ahí, sólo.
Su mente fue más clara, recordó lo que le había pasado en el trayecto, y a la vieja incomprensiblemente deforme de brazos y cuerpo pequeño a la cual le habló y no recibió de respuesta más que lamentos y quejidos:
“Ummmmmmm ummmmmmm”
El veía hacia el piso cuando pensaba en eso, de pronto otro tapacaminos pasó enfrente de él y las alas le toparon suavemente la frente, Tito vio hacia arriba, dirigió la vista hacia la playa del otro lado del río que quedaba como a 60 metros, y en la claridad de la playa provocada por la luna, vio a la vieja, la misma vieja de brazos largos y cabellos blancos que llegaban hasta el piso.
Fue entonces que por primera vez en esa noche, después de haberse desahogado, sintió miedo.
En ese mismo instante, notó que la vieja se metió en el río, y lo empezó a atravesar rápidamente hacia él, Tito supo que no era nada bueno ni nada de este mundo, la vieja fácilmente recorrió la mitad del río, Tito comenzó a correr de regreso con todas sus fuerzas, pero su cuerpo le fallaba, se sentía demasiado pesado, sin agilidad ni velocidad.
No había recorrido mucho terreno cuando volteó a ver hacia la orilla, la vieja de brazos largos y velo negro ya había atravesado las aguas y se dirigía a él.
Tito lo único que pudo hacer fue buscar con la vista la escasa luz que quedaba camino arriba, donde estaba la aldea, donde él sabía que tenía que llegar para estar a salvo.
No volteó a ver hacia atrás el resto del camino de regreso, sabía que si lo hacía ella estaría ahí.
Ya cerca de la aldea, la vieja salió de un lado del camino y se le puso enfrente como a 10 metros, ella se veía aún más encorvada, más deforme y más torcida se tambaleaba, Tito quedó paralizado, ella se acercaba, Tito vio que levantaba una de sus manos hacia él, vio dedos largos pero no de humano y garras retorcidas, lo envolvió un viento helado que le llegó hasta el tuétano.
Ella avanzaba, Tito con valor le preguntó:
¿Qué jodidos quiere?
A lo que la vieja contestó con un feo, lúgubre, ronco y largo:
“Aaaaaaaaggggggggg”
Tito sintió desmayarse cuando ella empezó a levantarse el velo negro, de donde sólo sus canas sucias sobresalían por los lados y hacia abajo, paralizado sintió el mayor miedo de su vida, ella se acercaba subiéndose poco a poco el velo mientras emitía el sollozo y grave lamento:
“Aaaaaaaaggggggggg”
En ese momento un tapacaminos de gran tamaño, mucho más grande de lo normal pasó en medio de ellos haciendo retroceder a la vieja y provocando que Tito pudiera llegar a pocos metros de donde empezó su recorrido, el ave no permitía que ella se le acercara.
De pronto se escuchó:
“Titooooo” era su tío Chepe junto con sus primos que lo andaban buscando de hace rato.
En ese momento la vieja se fue rápidamente por el camino con dirección al Motagua, dejando en paz al pobre hombre, el cual al estar ya seguro con su familia, caminó de nuevo hacia la velación de su padre, eran las 3 de la mañana.
Tito le contó a su tío lo que pasó, al amanecer el tío le comento:
“La vieja esa que decís que viste, es conocida acá como la Catalina, vieja bruja negra y mala, que en vida hizo mucho mal por las aldeas que están en este lado del río, murió hace 35 años, hemos tratado de hacer de todo para alejarla y que deje de joder, por qué crees que hay tanto mudo y tanto loco por estas aldeas, muchos de ellos eran tan cuerdos y sanos como vos o yo”.

“Pero se les apareció la Catalina y cuando oyeron su voz, terminaron así, incluso los que tocan el agua del Motagua cuando ella anda cerca, sin más ni más ella los ahoga, luego aparecen flotando, otros ni aparecen”.
“No sos el primero que se salva, pero ella no descansa hasta que ellos quedan muertos, mudos o locos, así que mijo, después de enterrar a tu papaito, ándate y no volvas a esta aldea”.
Tito así lo hizo…
Cuando Tito me contó la historia, vi lágrimas en sus ojos, lleva más de 12 años sin visitar los restos de su papá, yo sólo pude decirle que si un día quería ir, yo le acompañaba, a lo cual él comento:
“No mi hermano, a mi papá lo llevo en mi corazón, fue él el que me salvó esa noche, fue ese tapacaminos grande que me salvó, yo lo siento así, y sé que así fue”.
Investigación, historia y narración: Fernando Andrade Mazariegos, todos los derechos reservados Guatemala 2,014