Allá por el año 1990 en la colonia Justo Rufino Barrios vivía Don Maclovio y su esposa Maura, ellos tenían dos hijos, Alejandra de 7 años y su hermanito Andre de un año, sus vecinos los veían como una familia muy tranquila, Maclovio no tenía vicios y su señora toda una dama era muy dedicada a su hogar, Alejandra había comenzado a estudiar su primer grado de primaria en una de las escuelitas de esa colonia.

Como muchos saben, gran parte de esta colonia está dividida por edificios de dos niveles con 4 u 8 apartamentos, el edificio donde vivía esta familia quedaba relativamente cerca de uno de los dos barrancos que rodean dicha zona.
Los días de octubre pasaron relativamente tranquilos, Alejandrita ayudaba a su mami puesto que ya estaba de vacaciones, volaron barrilete un par de veces y ya casi terminando el mes de noviembre, al llegar diciembre Alejandrita se preguntaba por qué no hacían nacimiento, o bien, por qué no ponían un arbolito en la sala como muchas familias. Al preguntarle a sus papás el por qué no lo hacían, su padre le comentó que él pertenecía a una religión que no festejaba la fecha como las demás, pero que siempre le comprarían sus regalos porque según el criterio de él, no era justo que la niña mirara que sus amiguitos recibieran regalos y ella no.
A Alejandra no le incomodó para nada la explicación de su señor padre, y como buena niña le preguntó a su papi si no le molestaba que ella orara y rezara lo que unas monjitas le enseñaron en un par de ocasiones que llegaron a la escuela, Maclovio sonriendo le dijo a su niña: “Mirá mija, lo que te enseñaron no es para nada malo, yo por mi trabajo no voy mucho a la iglesia y tu lo sabes, a pesar de que tus amigas las monjitas son de otra religión, tenemos un mismo Dios, cuando seas grande tu decidirás que camino tomar, yo no te reprocharé nada y seré feliz si tu lo eres”.
La niña se sintió aún más cómoda con las palabras de su padre, cuando de pronto su madre interrumpió alegremente diciendo: “¿Qué creen?, Chito, el hijo de mi hermana Mabel viene a pasar con nosotros el resto de diciembre”, no hubo ni un conato de felicidad por parte del resto de la familia, al contrario, Maclovio después de rascarse la cabeza y de respirar profundamente dijo: “Otra vez, no puede ser que tu hermana nos mande a su patojo con pretexto de visita mientras ella pasea con sus amigas por las playas y otros lugares, no me parece nada bien que mientras ella se entretiene nosotros tengamos que lidiar con ese demonio de muchacho”.
Maura en tono suplicante dijo entonces: “Lo sé amor, pero al parecer ahora Chito está más tranquilo, bueno eso me dijo mi hermana, además es un muchacho sin padre, por eso es que tiene tantos problemas en su conducta”, pronto los ojos de Maura se llenaron de lágrimas, vio de frente a su esposo y exclamó: “¡Por favor!”, al ver así a su esposa a Maclovio se le estrujo el corazón, abrazó a Maura y le dijo: “Bueno, está bien, pero hay que regañarlo y corregirle si empieza a pasarse de listo”.
Maura se puso entonces muy feliz aunque el resto de su pequeña pero linda familia no lo estaba del todo, Andrecito de un año, jugaba con la cucharita con la que le daban de comer mientras su familia platicaba.
Antes de seguir debo dar a conocer por qué Chito no le era del todo grato a Maclovio. El muchacho era impertinente, no pedía las cosas, sólo las agarraba, rompía platos, hacía travesuras y no pedía disculpas, además tenía la maña de asustar a todo el mundo, ya sea que saliera de un armario o de alguna esquina donde estaba parapetado gritando, o bien, se escondía debajo de la cama para agarrar de golpe los pies de su tío, tía o prima cuando estos menos lo esperaban, a veces tomaba una cortina oscura del ropero familiar y se la ponía encima, salía del cuarto con dirección a otro pasando por la sala dando tremendo susto a sus familiares mientras estos veían una película a oscuras.
Debido a esto último, aun cuando el niño ya no estaba de visita Maclovio creía ver algo oscuro pasar de un lugar a otro en la casa cuando se acostaba tarde revisando algunas cosas del chance, el padre de familia razonaba pensando que era un reflejo en su mente por las travesuras de su sobrino.
Llegó el 7 de diciembre y con esto los fogarones tradicionales, Maura que había ido a traer a su sobrino a la 18 calle de la zona 1 de nuestra bella capital, volvía muy contenta con la prenda, los cuetes comenzaron a sonar fuertemente, las bombas hacían retumbar los callejones de los edificios, los canchinflines silbaban escandalosa pero alegremente y uno que otro caía sin rumbo como siempre, en su mente Maclovio pensaba: “Ve que buen recibimiento para este malcriado”.

Maclovio salió a recibir a su esposa y sobrino a la puerta, pero para su sorpresa vio a Chito un poco más alto y delgado, ya tenía 9 años el niño, “Buenas noches tío”, dijo el visitante, a lo que Maclovio contestó pesadamente: “Buenas noches”, entraron rápidamente, luego salieron corriendo por una puerta que Maclovio había hecho atrás de la casa, para ver los fogarones, las llamas rojas incandescentes contrastaban con la oscuridad, las chispas que salían en lo alto de las edificaciones de zacate, chirivisco y basura le daban cierta melancolía a la noche, pronto los fuegos se extinguieron, el tronar de los cuetes ya era esporádico, Maura aún calmaba al bebé que estaba un poco asustado por tanta bulla.
Al fin terminó de quemarse el diablo, todos se reunieron en la mesa para cenar, Maura estaba realmente feliz y Chito también, Maclovio vio la sonrisa de su sobrino y en un momento pasaron miles de cosas por su mente: “Este cabrón ya estará preparando sus ardides, ya quiero ver que me haga una, me sacaré el cincho y le pegaré una buena chicoteada”, casi sin pensarlo Maclovio bruscamente ve a su sobrino y le dice: “Bueno vos, de que te reís tanto pues, tengo cara de payaso o qué”, el muchacho se quedó mudo, por un momento, sus ojitos entre asustados, confusos y alegres parpadearon rápidamente, se despabilaron, Chito vio a su tío y dijo: “No tío, estoy contento porque tu y mi tía son muy buenos, gracias por comprarme mis playeras y pantalones, también por mis calcetines y calzoncillos, es que ya no tenía”.
Maclovio voltea a ver a su esposa y ella haciéndole una mirada de complicidad le dice: “Es que le pasé comprando la ropita que me dijiste amor, es por eso que está contento”, a Maclovio se le fue el rencor y molestia por el muchacho, y comenzó a sentirse un poco apenado, al terminar de cenar, todos vieron televisión un par de horas, luego todos se fueron a la cama, Chito antes de acostarse abrazo a su tío y nuevamente dio las gracias por lo que le habían regalado, ya en su cuarto Maura le explicó a Maclovio de que la irresponsable de su hermana le había llevado a dejar al muchacho con apenas un trapo con un par de playeras ralas y rotas, y un sólo pantalón roído de las rodillas, entonces se le partió el corazón y como llevaba algún dinero, disfrutó comprándole algo de ropa en la calle diciéndole al niño de que él, su tío le había encomendado que le comprara ropa, una mentira blanca para ver si el niño llegaba con mejor actitud a su casa.
El día siguiente fue el último día de trabajo de Maclovio, pedía vacaciones en diciembre para pasar más tiempo con su familia, así que regresó temprano a casa seguro de que más de alguna queja escucharía, o bien encontraría a su nena llorando por las travesuras de Chito, pero para su sorpresa no fue así, todo estaba tranquilo, los muchachos jugaban uno de tantos juegos de mesa de la época, su esposa tendía pañales, todo realmente estaba muy tranquilo, pasaron algunos días, y Maclovio que siempre estaba a la expectativa de alguna diablura de Chito, como éste no las hacía, incluso llegó a extrañar alguna de sus ocurrencias, además el muchacho era más acomedido, realmente no parecía el mismo niño de hace un año, si Maclovio disponía limpiar profundamente la casa, Chito ya tenía trapos, escoba y trapeador listos, cuando Maclovio decidió pintar por afuera las paredes de ladrillos, Chito lo ayudó y el trabajo que Maclovio pensó que le tomaría un par de días, sólo duró una mañana completa.
Incluso la noche del 15 de diciembre de ese año, fue Maclovio que jugó una broma y asustó a los muchachos y a su esposa, luego todos rieron; así es, el muchacho era otro, ese mismo 15 de diciembre al acostarse todos, Maclovio se quedó en la sala, quería disfrutar pensando contento por tantas bendiciones recibidas, por lo bien que le iba en el trabajo. En ese momento, la única luz encendida era la del baño, frente al sillón familiar estaba la televisión en un mueble de pino, enfrente a la izquierda estaba la puerta de la habitación de Alejandra, donde también dormía Chito, siempre frente a Maclovio pero más a la izquierda estaba una parte donde habían tres puertas, la de en medio era la puerta del baño, en forma perpendicular a la derecha de ésta, estaba la entrada al cuarto donde él dormía con su mujer y también perpendicularmente a la izquierda del baño estaba la puerta que daba a un cuarto que Maclovio había construido y al fondo de este cuarto estaba la puerta que daba al barranco, al lado izquierdo del padre de familia estaba la entrada al patio, que éste había construido y cerrado para hacer la cocina.
La noche comenzó a enfriarse poco a poco, entonces cerca de la media noche Maclovio escucha como el viento empuja la puerta de madera del cuarto nuevo, la puerta que daba al barranco, en un principio no le dio importancia; la luz del baño siempre la dejaba prendida cuando él meditaba, para guiarse y no tropezar. Pasada la media noche, Maclovio escucha pasos que se arrastraban, por un momento pensó que era su mujer que usaría el servicio sanitario, pero para su sorpresa, ve a su izquierda, nota que algo sale del cuarto construido y no del suyo, era la silueta de una dama vestida de negro, con un gran velo que le cubría la cara y llegaba hasta el piso, Maclovio petrificado observa como la dama de negro entra al baño y cierra la puerta.
Al cerrarse la puerta, Maclovio vuelve a respirar, no sabe qué pensar, luego recuerda que su sobrino hacía bromas así, “de plano se puso una de las cortinas oscuras para molestar y una sercha o algo más en la cabeza para verse más alto” pensó, pero Maclovio no se molestó, el niño se había portado bien, así que esperaría a que el muchacho saliera y le diría que no había logrado asustarlo, luego de eso le daría un abrazo y lo llevaría a acostarse, pero los minutos pasaban y Chito no salía del baño, la temperatura de pronto fue un poco más agradable, Maclovio pensó que tal vez el muchacho se había quedado dormido en el baño, así que decidió ir por él.
A lo lejos los perros aullaban y ladraban, Maclovio llegó hasta el baño, se guió por la luz que salía por la parte de debajo de la puerta la cual abrió lentamente, pero para su sorpresa el niño no estaba ahí, la cortina de plástico que dividía la parte donde estaba la regadera se mecía suavemente, entonces el padre de familia creyó que el niño estaba detrás, así que de un jalón deslizó la cortina de izquierda a derecha, y para su sorpresa no había nadie, corriendo fue a revisar primero el cuarto recientemente construido, prendió la luz y nada, la puerta estaba asegurada por lo que nadie había entrado, luego revisó el cuarto donde dormía con su mujer y donde estaba también la cuna del bebé, ambos estaban bien dormidos luego prendió la luz de la sala comedor y nada, luego fue al cuarto de su hija donde también dormía Chito y ambos niños dormían profundamente.
Acaso sería posible que él lo hubiera imaginado todo, sería que algo le fallaba en la cabeza por las otras veces que creyó ver pasar sombras en la oscuridad. Apagó todas las luces y se acostó al lado de su mujer, pronto se quedó dormido, a la mañana siguiente como siempre no quiso comentarle nada a su mujer, el incidente fue olvidado por Maclovio, ese día en especial aprovecharon a llevar a los niños al bello Zoológico “La Aurora”, pasaron una bella tarde, al regresar a la casa cenaron tranquilos y de nuevo veían televisión, esta vez Maura fue la que hizo una broma, saliendo de repente del cuarto nuevo y asustando a su hija, luego de un grito y algunas lágrimas todos rieron, luego de ver televisión, los niños antes de dormirse planearon vengarse de los adultos y jugarles una broma, ambos esperarían a que los mayores estuvieran dormidos, caminarían a gatas y les saltarían encima de la cama y luego del susto dormirían con ellos.
Pasaron velando los muchachitos, cuando pensaron que los mayores ya estaban en brazos de Morfeo salieron de sus camas, iban gateando según ellos porque así llegarían sin ser percibidos, de pronto, parecía que una jauría de perros se peleara a lo lejos, los niños jamás habían escuchado algo así, el piso de cemento rojo y amarillo estaba raramente helado, de pronto Alejandra se detiene porque se arrepiente, se lo dice a su primo y ambos regresan a gatas a su habitación, iban costado a costado, el frío cada vez les calaba más los huesos, entonces, a un metro de la entrada a su cuarto, sus cabezas topan con algo oscuro y suave, parece una cortina, en la oscuridad ven hacia arriba, parpadean para ver si así logran ver qué es con lo que toparon ya que no puede ser algún mueble ni cortina conocida.
Los niños se sienten pesados, logran distinguir por la rala luz de la ventana que da a la calle a una silueta, silueta de una dama que está frente a ellos, la cual pasa en medio de los dos, los niños caen acostados en el frío suelo, y ven como una dama vestida de negro entra a uno de los cuartos, no saben a cuál porque desde su perspectiva no lo logran ver.
La aparición de la dama de negro
Paralelamente, el instinto maternal de Maura la despierta, oye que su niño llora pero quedito, ella se levanta, siente el ambiente helado, camina hasta la cuna pero Andre está bien dormidito, sigue escuchando por momentos llantos de niños, de pronto sabe que son su hija y su sobrino los que lloriquean, Maura sale rápidamente sin prender luces pero al atravesar la sala topa con algo en sus pies y cae fuertemente al suelo, ella había topado con Alejandra y Chito, Maura atontada por el golpe poco a poco reacciona, les pregunta a los niños qué les pasa, ellos no le contestan, sólo lloran quedito, Maura siente que algo les pasa, como puede los levanta y los lleva a su habitación para que su esposo le ayude, en el recorrido les habla pero éstos no logran articular palabra, no quiere despertar de golpe a su marido, pero lo empieza a llamar suavemente mientras entra con los niños: “Maclovio, amor, ayudame, Maclovio, amor algo le pasa a los niños, amor, ayudame”.
Pero al entrar a la habitación Maura se lleva el susto de su vida, frente a ella verticalmente está su cama, su marido está recostado con los ojos bien abiertos viendo a su izquierda, éste trata de hablar y moverse pero no puede, en la pared paralela a su izquierda en la esquina más inmediata está la ventana por donde entra regular luz, pero Maura no mira hacia la ventana, ve hacia la izquierda con dirección a la esquina contraria, al fondo, donde está la cuna, Andre lloriquea, balbucea, y a la par de él, alta, firme, con una mano en la cuna, está una dama vestida de negro, un velo ralo negro y largo le cubre de cabeza a pies, Maura suelta a los niños, no puede soportar el peso, sus rodillas le fallan, siente que su bebé peligra.
Maura ve como la dama de negro mueve la baranda de la cuna y ésta se mece, a pesar de que no es una cuna con patas de mecedora, es una cuna normal, pero aún así ésta se balancea de un lado a otro rompiendo las leyes de la física, Maura tiene sueño, los niños en el suelo se durmieron, su esposo también parece dormir, sólo ella se resiste…

Y justo antes de dormirse ve como la dama de negro balancea la cuna y ésta se mece cada vez más, sin prisa pero su movimiento de vaivén es más exagerado, Maura piensa en Dios, le pide que le de fuerzas, pero lo primero que sale de su boca es: “Cerota, dejá a mi Andrecito, dejalo por favor, llévame a mí”, en eso la dama de negro sin dejar de mecer al niño en la cuna con su mano derecha, lleva el índice de su mano izquierda a su boca y hace un largo: “SShhhhhhhhhhhhhhhh”, al hacer esto Maura nota a través del velo un rostro pálido, un tanto luminiscente, un tanto escuálido, luego, la dama de negro con la misma mano izquierda señala a la ventana.
Maura voltea a ver a donde la dama de negro le indica y nota algo raro afuera, a través de una rala cortina beige, a través de las persianas de vidrio y a través del balcón, ve la figura de otra dama, sucia de sus ropas, ésta tiene el cabello enmarañado y parte de éste entra por su esquelética y huesuda boca, no tiene párpados, las órbitas de sus ojos secos se salen de las cuencas, y pareciera estar enojada, ésta emite un sonido entre un quejido apagado y un rechinar de dientes violento, Maura ve de nuevo a la dama de negro y ésta le dice con voz ronca y muy baja: “Yo hoy te lo cuido”, Maura respira profundamente pero siente que sus pulmones no se llenan, se agacha, con fuerzas que sacó de sus entrañas jala a los niños de sus cabelleras y sube parte de ellos a los pies de su cama.
Luego en agonía, llega hasta la par de la dama de negro que no deja de ver a la otra espanto que está afuera, toma a su bebé que está en un vaivén, cuando Maura lo toma siente en sus entrañas ese vaivén, ese movimiento raro en una cuna fija, luego arrastra sus pies y llega hasta su cama, con un brazo toma al marido que por ratos abre los ojos, en medio de ellos dos pone a su bebé, con las articulaciones de sus piernas cubre a Alejandra y a Chito, y pasa la noche en vela, por ratos la dama de afuera desaparece, igual desaparece la dama de negro, luego de la nada el rostro descarnado y huesudo de la espanto que estaba afuera aparece de nuevo en la ventana, pero en ese mismo instante aparece de las sombras el velo oscuro, y la de afuera sólo emite ese sonido extraño y feo.
A la mañana siguiente el primero en salir del estado de letargo es Maclovio, quien auxilia a su mujer, luego a su hija y sobrino, Andre está en perfecto estado y con hambre, Maclovio llamó para pedirle ayuda al líder de su iglesia, pero éste al llegar les dijo que eran babosadas. Los niños y adultos no estaban del todo bien, no durmieron la siguiente noche y todos se parapetaron entre sábanas en el baño con la puerta cerrada, al tercer día Maura ya un poco repuesta salió a comprar café, se encontró con una de las vecinas, a la única que le tenía confianza, ahí, en uno de los tantos parqueos de esa colonia, Maura le contó llorando lo que le pasaba, esta buena vecina llamó a un sacerdote católico quien ayudó a la familia.
A pesar de todo ellos decidieron mudarse de casa, ahora ya no viven en la capital, no se sabe realmente qué pasó esa noche, algunos pocos sabemos la historia, algunos más habrán visto algo parecido a una dama de negro, Chito siguió visitando año tras año a sus tíos, hasta que Maclovio y Maura decidieron quedarse con él, Andre creció con normalidad, y tanto él como Chito y Alejandra hicieron su vida, la única condición que me pusieron Maclovio y Maura para contar su historia, es como muchas veces que no ponga los nombres reales ni la localización exacta del lugar.
Andre no se llama Andre en realidad, pero no puedo decir su verdadero nombre, ya que él ni enterado está de que lo arrullo LA DAMA DE NEGRO…
Investigación, historia y narración: Fernando Andrade Mazariegos (Todos los derechos reservados Guatemala diciembre 2016)