La llorona

La llorona en el callejón de los Quennun

Una noche de julio hace 52 años un muchacho llamado Pedro volvía a su hogar después de una temporada de trabajo de 3 meses en Quetzaltenango, un camionero amigo suyo le hizo el favor de pasarlo dejando a un lado de la carretera en lo que ahora es la cuchilla que está en la entrada al departamento de Sololá aproximadamente en el kilómetro 128, tres kilómetros después del lugar llamado Los Encuentros. Esa tarde se encontraría con, «La Llorona»

Ya que habían venido echándose algunas botellas del conocido caldo de frutas de la región durante el camino, Pedro venía muy contento porque traía buen dinero para seguir levantando su casita, la que tenía en Panajachel.

La carretera no era como la de ahora, era mucho más solitaria y apenas si había algunos candiles encendidos por el camino, pero alumbraba una hermosa luna en su fase menguante, a pesar de ser cerca de las 11 de la noche, las siluetas de algunos curiosos se veían en las puertas de las casitas que estaban a la par del camino, observaban a Pedro mientras pasaba.

Joven bebiendo

Cuando Pedro pasaba por donde ahora está una sede de una universidad privada, empezó a escuchar a lo lejos algo que parecía una sirena de ambulancia, pensó que tal vez había ocurrido algún accidente y según él a unas vueltas del camino encontraría dicha ambulancia, lo extraño es que no veía reflejo de ningún tipo de luz en su desolado y oscuro trayecto.

Cabal pasando de dicha sede, a la derecha, fue cuando la vio venir, una silueta de mujer que media más de dos metros de alto, vestido que de lejos se veía de color blanco de vuelos, velo en el rostro que dejaba ver en su transparencia una tez pálida y rígida, Pedro no salía del asombro, porque a menos de 40 metros descubrió que este ser era el que emitía el sonido que él escuchaba, sonido que ya poniendo atención, después que el susto le sacudiera la borrachera de la cabeza, era el de un lamento que empezaba como un lloriqueo y terminaba en un extenso alarido.

Pedro podía ver como entre el velo se notaba cuando la mujer abría descomunalmente la boca, pero el sonido del lamento aunque era igual de horroroso iba haciéndose más ténue mientras más se acercaba a él.

El pobre Pedro quedó petrificado, parado como si le hubieran clavado una estaca en cada pie, mientras veía por la luz de la luna como la mujer avanzaba despacio en la oscuridad en dirección a él, notó en ese momento que el vestido y velo de la misma era realmente de color negro, fenómeno que no comprendió.

La llorona se acerca a Pedro

A dos metros del pobre hombre la dama alta, llevando una mano huesuda y larga a su rostro quito el velo que la cubría, dejando ver una cabellera larga, enmarañada y negra, un rostro descarnado, huesudo y fino de barbilla pequeña, dientes desalineados y podridos, que se acercaba aún más con su lamento horrible pero apenas perceptible.

Lo único que pudo hacer Pedro fue empinarse una botella que aún traía en su matate para agarrar valor, con el calor dulce del gran trago, sintió que le respondían las piernas y empezó a correr, logró moverse con agilidad pero a pesar de que se metía en extravíos para salir más rápido al pueblo, la mujer le daba alcance y trataba de agarrarlo, pero él un poco más hábil por donde pasaba recogía piedras y palos, los que le lanzaba cuando el espectro se acercaba, así se perdió Pedro entre el monte en esa noche oscura.

A la mañana siguiente lo llevaron a su casa en Panajachel familiares que tenía en Sololá, todos habían escuchado a la llorona la noche anterior, algunos que lo vieron pasar por su casa comentaban que al nomás pasar él empezó la mujer a gritar entre el monte, no sabían por qué se había salvado Pedro, algunos decían que porque había luna y otros buenos vecinos le daban más crédito al guaro que traía tanto en la sangre como en el matate.

Pedro al despertar contó todo lo que le pasó, también decía que por culpa del espanto tenía un gran dolor de cabeza y sentía malestar en el cuerpo, pero su mamá corrigiéndolo acertadamente le hizo ver que lo que tenía era una reverenda goma.

De no ser porque el espanto había estado molestando en los últimos meses a los habitantes de Panajachel y parte de Sololá no le hubieran creído al pobre de Pedro, éste, por recomendaciones de vecinos y amigos se marchó al siguiente día de su casa, ya que decían que la llorona volvería por él antes de la próxima luna.

Algunos de los vecinos se preocuparon mucho por la partida de Pedro, ya que pensaban que la llorona molestaría aún más, se sabía de 7 personas que la habían visto directamente al rostro entre los matasanos y callejones, 3 de ellas después de verla murieron a los pocos días víctimas de infecciones intestinales y fiebres, otros 3 habían quedado sin habla y padecían de locura, el séptimo fue Pedro que como hemos dicho se había salvado.

En kakchiquel, Panajachel significa: “lugar de matasanos” el fruto del matasano es muy sabroso, pero tiene una peculiaridad, provoca sueño, también tiene muchas propiedades benéficas.

Panajachel en aquellos tiempos no era el lugar que es ahora, no era tan visitado, habían pocos pobladores y sus calles por la noche eran muy oscuras, en aquel entonces y ahora viven en este bello lugar “LOS QUENUN” famosos por un callejón que construyeron donde tienen sus casas, callejón que en una de sus salidas da a la famosa calle Santander.

Callejon de los Quennun

Estas familias eran los que mas rápido cerraban sus puertas y ventanas al entrar la noche, ya que como el callejón da a dos calles que llegan hasta el lago es el lugar preferido por la llorona para pasarse de una calle a otra.

Cuando volvió la luna, después que Pedro se había ido, empezaron a escucharse nuevamente los lamentos y sollozos del espectro, incluso antes de las 10 de la noche y de madrugada, parecía aún más molesta la llorona ya que no encontraba víctima en las calles, un vecino muy asustado contó que durante la luna llena el espanto intentó meterse a su casa, pero gracias a unos ramitos bendecidos del domingo de ramos que tenía en la sala ésta no pudo pasar de la puerta, entre los vecinos escuchaba muy atenta Juanita, una niña que había nacido en el callejón.

Juanita, que en aquel entonces tenía 13 años, vivía donde ahora está el callejón los Quenun, Juanita era una niña muy buena que ayudaba a su mamá en las labores diarias, también trabajaba en la siembra, llevaba leña a la casa, le gustaba ir a la iglesia los domingos, era una buena niña y se acostaba temprano, tenía una costumbre muy particular, le gustaba dormir con un chal, el que llevaba cuando había misa o era semana santa, el chal era de color café claro hecho en crochet.

Hubo un tiempo de aproximadamente 2 meses de calma en que la llorona no molestó, pensaron entonces que como el espanto no había tenido éxito en su último intento por hacer el mal, éste se había ido a otro lado.

Pero una noche a finales de octubre, cuando la luna menguaba nuevamente, caía una leve lluvia que resonaba en los techos de lamina, provocando en la madrugada una neblina tan espesa que parecía que se podía cortar con un dedo de la mano, se escuchó como un perro muy a lo lejos aullaba lastimosamente, luego otro perro le respondía igual de lejos, pero poco a poco empezaron todos los perros de las vecindades a aullar horriblemente.

Fue cuando los que se despertaron esa madrugada, pudieron escuchar de nuevo, el espantoso lamento de la llorona, que venía caminando por la calle del lago, venía del muelle con dirección al callejón Los Quenun, Juanita que entonces dormía aún profundamente, fue despertada pero por los golpes de las ventanas que fueron cerradas en todo el lugar, Juanita estaba sola, sus papás habían ido a pernoctar en Sololá con unos familiares, y como sus hermanas ya eran casadas vivían en sus respectivas casas.

Cuando la niña aclaró su mente, empezó a escuchar el sollozo lloriqueo del espectro, luego escuchó un alarido que le enfrió la sangre y la dejó como anestesiada del miedo, cuando la niña se despertó completamente, no sabía si correr a la casa de algún familiar o meterse debajo de la cama, sin embargo como los lamentos se alejaban poco a poco, pensó que ya había pasado lo peor.

Pero cometió un error, prendió una vela cuando el lamento se escuchaba muy lejos, ésto hizo que se iluminara entre las rendijas de las puertas y ventanas de su casa, de pronto escuchó como suavemente trataban de abrir la puerta, la niña pensó que era algún familiar, entonces preguntó: “¿Quién es?, ¿Quién esta ahí?”.

Esto provocó que dejaran de mover la puerta, pero para su susto la puerta se abrió completamente, entró entonces una dama muy alta, con vestido negro, pero a pesar del color éste tenía un resplandor, la respiración se le cortó a la niña al ver como avanzaba este mal espíritu hacia ella, lentamente, llorando y sollozando, veía a través del velo que le cubría el rostro como la mandíbula desencajada se movía provocando aquel lamento.

Juanita petrificada en su cama no podía moverse para tomar su Biblia o un rosario que tenía en una mesita, al estar la llorona a menos de un metro soltó un grito nuevamente espantoso y fuerte, mientras con sus manos huesudas, largas y con uñas largas se quitaba el velo, pero en el momento que se quitó el velo, Juanita rápidamente se tapo con sus chamarras y comenzó a rezar, la llorona abusivamente la movía y jalaba por todos lados tratando de que la niña le viera el rostro, para ganársela.

Pero la niña buscaba la forma de darle la espalda, fue cuando la llorona entre alaridos empezó a rasgar la sabanas con sus garras, garras que llegaron hasta las piernas de la niña provocándole daño, imagine querido lector por un momento, sentir que las garras de un espectro abren su piel, y que usted no tenga las fuerzas físicamente necesarias para defenderse…

Cuando el espectro había ya desgarrado todas las sábanas de la niña sólo le quedaba a ésta el chal con el que se dormía y lo tenía puesto en el rostro, la llorona tomó con sus manos los hombros de la niña y la puso enfrente de ella, Juanita la vio de frente a través de su chal, vio lo horrenda que es, lo desfigurada, no cabía duda que el mal que hace se percibía hasta en el aire.

La llorona sorprendida que la niña siguiera cuerda quiso quitarle el chal, pero no podía tocarlo, tal vez producto de tantas bendiciones recibidas en la iglesia, o puede ser por el agua bendita que caía sobre la niña cuando el padre lo rociaba durante alguna procesión.

Juanita seguía rezando, y la llorona en su desesperación desistió, sobre todo cuando notó que al tocar a la niña se debilitaba, de ésto se dio cuenta la niña, la cual vio como el espectro en medio de alaridos salió de su casa y se adentró en el callejón buscando a quien más hacerle el mal, cosa que no pudo esa noche.

Cuando los padres de la niña regresaron y se enteraron, fueron a dar gracias a Dios en la iglesia por haber salvado a su niña.

Irma me cuenta que su mamá Juanita ya no vive, le agradezco mucho a ella el contarme la historia de su señora madre, sin embargo hace menos de un año, que se escuchó de nuevo a la llorona que venía del lago, caminando por la Santander, buscando y atravesando el callejón Los Quenun, llegando a la calle rancho grande y también al callejón 12 de febrero.

Uno de los que pudieron escucharla en esa oportunidad fue, Manuel, el muchacho que se ponía en su niñez los cheles de perro en sus ojos.

Lago de Atitlan

Aún se escucha a la llorona de vez en cuando en Panajachel, espero tener la oportunidad de poder escucharla en alguna de mis visitas a ese hermoso lugar…

Investigación, historia y narración: Fernando Andrade Mazariegos (todos los derechos reservados Guatemala diciembre 2014)

Foto de la perrita por: Fernando Andrade Mazariegos y Norita Lemus (todos los derechos reservados Guatemala diciembre 2014).

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