La llorona

La llorona y el niño enfermo

La lluvia no cesaba, y la fiebre del bebé incrementaba preocupantemente a cada momento, María limpiaba con mucho cuidado un termómetro, tenía miedo de dejarlo caer por el temblor en sus manos provocado por la preocupación y desesperación al ver a Antonio tan enfermito, lo peor de todo es que no sabían qué era lo que tenía el bebé, ya que la fiebre le empezó de repente y con nada podían hacer bajar la temperatura del infante. Todo esto ocurre rodeado de un ambiente en el que no se imaginaban que verían a la llorona.

La tempestad golpeaba con mucha fuerza las láminas de la casa, y a pesar que la familia estaba acostumbrada a ésto por la singularidad de las lluvias del lugar, oraban porque parara ya, para poder buscar ayuda para el bebé.

Ellos vivían en un caserío de Santa Lucía “Cotzumalguapa” (el lugar de las comadrejas) departamento de Escuintla, en aquel entonces no existían los teléfonos celulares, ni siquiera teléfonos públicos, ni siquiera existía la energía eléctrica en ese lugar, en los alrededores el cultivo de caña de azúcar se extendía por kilómetros y los caminos no eran tan formales como tal vez lo son ahora.

De pronto la tempestad paró, Marcos salió a ver el cielo, aún habían varias nubes en él, por lo que la noche estaba muy oscura. Gracias a que toda la vida había estado en ese lugar y gracias también a su experiencia pudo establecer que tenía que apresurarse para llevar a su hijo con el médico, ya que, aunque la lluvia se renovaría en dos o tres horas los caminos estaban difíciles por el agua acumulada en el suelo.

Marcos entró a su casa de nuevo y le dijo a María: “Prepara a mi hijo, nos vamos a buscar médico al centro de salud, aunque éste esté a casi dos horas de acá, sé que hay médicos que duermen allí porque viven muy lejos y les queda mejor pernoctar en esa instalación.

María rápidamente comenzó a preparar todo, primero al niño, bien tapadito, luego una bolsa con todo lo que pudieran necesitar, mientras tanto Marcos revisaba su motocicleta, tenía suficiente gasolina y estaba lista para hacer el recorrido.

Cuando ya estaban preparados Marcos encendió la moto, prendió las luces, luego María salió con el niño en brazos, se sentó con ambas piernas hacia la izquierda detrás de él poniendo al pequeño Antonio en medio de los dos, luego se acomodó bien la bolsa en el hombro izquierdo.

En la profunda oscurida de la noche las tres siluetas se encaminaron guiadas por la luz de la fiel moto de Marcos buscando ayuda para el pequeño Antonio que no mejoraba, pero que descansaba en el hábil regazo de su madre.

La faena no era fácil, era poco lo que avanzaban de recorrido debido a los charcos, troncos, piedras y otros obstáculos que había en el camino, María llevaba al pequeño Antonio bien sujeto, la joven madre no podía distinguir por dónde iban o en qué lugar estaban debido a la desorientación que el extenso cultivo de caña provocaba, varas y varas de caña danzaban frente a sus ojos de forma interminable de derecha a izquierda, por momentos miraba hacia el cielo, pero rápidamente bajaba la vista no solo por no descuidar al bebé, lo profundo y negro de esa noche le daba mucho miedo.

Huyendo de la Llorona

La fiel motocicleta de Marcos sorteaba los obstáculos más grandes gracias a la pericia de su piloto, aunque el padre del niño se desorientaba por momentos haciendo que su corazón se acelerara, de pronto casi maquinalmente recordaba por dónde estaba y esto lo constataba con algunas señales que encontraba, a veces un árbol conocido, a veces alguna depresión curiosa del lugar, a veces un brazo de algún río crecido, o bien algún rancho de madera de algún compañero de trabajo.

Siendo cerca de la media noche en aquel gran silencio donde solo el potente motor de la motocicleta se podía escuchar de la nada a su izquierda escucharon un gran grito de mujer, grito casi animal, muy cerca de la orilla del cañaveral, Marcos a pesar de que lo escuchó no le puso importancia, no podía detenerse a ayudar a nadie en ese momento, no podía parar y bajarse a ver, era preciso que avanzara lo más pronto posible porque ya habiendo visto hacia atrás, notó que la tempestad estaba muy cerca de ellos.

Pronto llegaron a una parte donde la caña terminaba, luego seguía un extenso maizal, Marcos sabía que estaba por encontrar en algunos minutos de carrera la carretera principal, se detuvo un momento para que su pobre mujer descansara y se acomodara de nuevo para continuar lo poco que faltaba del viaje, María rápidamente revisó al niño, que, a pesar de estar bien, seguía con fiebre.

Marcos tomó un envase de agua pura de su mujer, luego de que ella bebió, él también lo hizo, después María con cuidado dejó caer un chorrito en la boca del infante, tomó de su bolsa un pañal de ojo de perdis, lo humedeció y se lo pasó en el rostro al niño, todo de manera muy rápida.

La llorona entre la milpa

El padre de la criatura se disponía a dar marcha de nuevo a su máquina luego de que su mujer se acomodó, pero de repente a su izquierda comenzó a escuchar que entre la milpa venía una mujer pegando alaridos espantosos, como que la estuvieran torturando, pero al mismo tiempo el final de este lamento era muy triste y doloroso, a los padres de Antonio se les puso los nervios de punta, sobre todo al escuchar de que la mujer se aproximaba muy pero muy rápido desde el fondo del maizal.

“Amor, cambiate de posición rápido, pone una pierna en cada lado de la moto, pegate bien a mí para que el niño vaya seguro y luego te aferras fuertemente a mi camisa” dijo Marcos, “Ta gueno amor” dijo María, que después de hacer esto en menos de dos segundos le dijo a su marido: “Ya estoy, dale rapidito”, Marcos encendió su moto en medio de la oscuridad y velozmente dio inicio de nuevo a la marcha.

“Haaaaaayyyyyy aaaaaaaaaaaaa hayyyyyyyyyyyyy HHHHAAAAAAAYYYYYYY” gritaba la mujer que cada vez se acercaba más, Marcos pensaba para sí mismo: “Esa es LA LLORONA, hay Dios mío, mi bebé corre ahora dos peligros, Dios ayúdame, dame habilidad para que ese demonio no nos alcance”.

María detrás de la moto se debatía entre abrir o cerrar los ojos, ya que por las vueltas cerradas que encontraban por momentos del trayecto ella quedaba muy cerca del maizal y escuchaba a la mujer que iba corriendo y pegando alaridos detrás de la moto, siempre por dentro de la milpa.

Marcos confiaba en su destreza y en la seguridad de las manos de su mujer, mientras tanto María rezaba con dificultad no solo por la salud de su niño sino que también porque Dios los librara de esa que andaba tras ellos, la llorona de la que siempre escuchó hablar de niña, la que sus padres contaban que a veces se robaba a los niños para llevarlos lejos, luego estos se morían de hambre o de frío al no tener cuidados de ningún ser vivo.

La llorona
La llorona

Pedía a los santos que libraran a su criatura de esa que no robaba sólo a los bebés, sino que también robaba a niños de dos hasta siete años, haciéndolos morir de miedo, o bien, morían semanas después de encontrarlos todos aruñados, golpeados y traumatizados por ella, por la de entrañas negras, por la mala madre, «LA LLORONA».

Por un momento se dejaron de escuchar los lamentos, ésto preocupó a Marcos, ya que él había aprendido de su abuela de que cuando ella se escucha cerca es porque viene lejos, cuando no se escucha es porque de un momento a otro puede aparecer y lo peor de todo, cuando se escucha lejos es porque está cerca y estás perdido.

María en cada curva aprovechaba para ver hacia atrás, como en guardia por si algo se les acercaba, de pronto la caprichosa luna se dejó ver un ratito, ya que entre las nubes había un pequeño claro.

Luna bella pero ingrata que blanqueo gran parte del maizal, luego la preocupación de María se hizo real, después de una larga curva y una larga recta ella volteó a ver y notó que a 50 metros de ellos, un bulto blanco venía levitando y cada vez estaba más cerca.

María gritó, luego dijo mientras ponía su vista al frente: “Amor, apuráte que ya viene cerca, apuráte mi vida, Marcos se puso muy nervioso, aunque no le había comentado a su mujer sobre su sospecha de que eran perseguidos por LA LLORONA el sabía de que ella tenía conocimiento de que algo malo los perseguía, así que en nombre de Dios aceleró por aquel camino tan desajustado como su mala suerte.

“Haaayyyyyy haaaaayyyyyy haaayyyyy” decía la espanto que ya iba muy cerca de ellos, como a 10 metros, entonces Marcos luego de haber divisado frente a él una gran recta con regular estado del camino le dijo a su mujer: “Maria, mi vida, agarrate lo más juerte que podas”, María así lo hizo, entonces el padre de la criatura le dio a todo lo que la moto podía.

La motocicleta iba volando entre charcos, la madre de Antonio entonces volteo a ver hacia atrás, logrando notar que el bulto blanco se quedaba rezagado, cada vez se le veía más lejos, lo que hizo que la muchacha por un momento se sintiera mejor.

La luna de nuevo se ocultó detrás de muchas y oscuras nubes de lluvia, un trueno fuerte retumbó a lo lejos, ya faltaba muy poco para llegar a la carretera principal, pero fue entonces, que a lo lejos, después de un retumbo, se empezó a escuchar el lamento lejano: “Hayyyyyyy hayyyyyyyyyyyy haaaaaAAAAaaaaa HHAAAyyyyy”.

María voltea a ver hacia atrás justo después de la última curva antes de salir a la carretera, solo notó un rostro muerto, podrido, con ojos secos y unas manos largas que le daban alcance.

Paralelamente Marcos al salir de esa última curva ve a lo lejos como a 200 metros la carretera principal, pero aún escucha los lamentos, de la nada la luz de su fiel moto comienza a fallar titilando hasta quedarse en completa oscuridad.

A pesar de ello él notaba el sendero y no había problema para salir sin luz hasta la principal, luego de un parpadeo, un alarido y un grito, Marcos siente como de su cintura las manos seguras de su mujer se deslizan soltándolo, una fracción de segundo después, él queda inconsciente.

Marcos despierta, está desorientado, a su derecha como diez metros delante de él su moto está tirada y la llanta delantera aún gira lentamente, siente sabor a sangre en su boca, le duele el pecho, las rodillas, la cabeza también, vuelve de golpe la razón a su mente y busca a su mujer, busca a su hijo, luego el oído le ayuda, su mujer está gritando muy adentro del maizal, Marcos corre como loco, se adentra entre las milpas, busca, sigue los gritos de su mujer, los lamentos del espanto se escuchan lejanos, por lo que sabe que ella está cerca.

De pronto Marcos llega a un claro pequeño en medio del maizal, su mente no puede creer lo que sus ojos ven, ahí, en medio de la casi nada, en el suelo su mujer libra una gran batalla luchando por su hijo, para que este mal no lo tocara, ella con sus dos piernas y con una mano trataba de que LA LLORONA no tocara al infante, con la otra extremidad abrazaba fuertemente al pequeño Antonio, Marcos sin moverse ve como la horrorosa llorona trataba de agarrar al niño, toda esta escena en un segundo.

Luego María agotada da la espalda a la espanto cubriendo por completo a la criatura, es acá cuando la infame demonio empieza a rasgar la espalda de la joven madre haciéndola sangrar, es entonces que la cólera llega a la cabeza de Marcos, haciendo que rápidamente éste se abalance sobre el mal.

Golpea la cabeza y el cuerpo de LA LLORONA, cuerpo que es tan duro como el tronco de un árbol, por un momento se ve enredado en la larguísima cabellera negra y sucia de este demonio, Marcos aprovecha esto y le dice a su mujer: “María, corré a la carretera, ahí pedí ayuda, yo detengo a esta mierda aquí”.

Entonces María logra soltarse y trata de correr, pero ve a su esposo siendo aruñado por la mano izquierda de la espanto, entonces, regresa y le patea la cara sin vida que tiene LA LLORONA, recuerda entonces, que su familia decía que jalando monte es que ésta tiene una debilidad, porque siente que le jalan la cabellera, rápidamente empieza a jalar zacate tras zacate hasta que nota que jalando una de tantas matas es que la muerta en vida pega un alarido de dolor, así que María sigue jalando de estas matas.

Cuando Marcos logra soltarse, ve para todos lados buscando con qué ayudarse, su mirada se posa sobre una gran piedra, piedra que logra levantar más por adrenalina y coraje que por fuerzas propias, luego avanza hasta tener a sus pies al mal y diciéndole: «Maldita» suelta sobre la cabeza de ésta el pesado objeto.

Luego toma a María y salen del maizal buscando la motocicleta, la madre de Antonio jala cada mata ya identificada que se encuentra en el camino, jalones que le hacen daño al endemoniado ser, cada mata arrancada del suelo es un grito de LA LLORONA, y así poco a poco llegan hasta donde está la moto, vehículo que enciende rápidamente, segundos después ambos con el bebé a salvo se encuentran ya en la carretera principal.

Antes de llegar al centro de salud pasan por una gasolinera, donde los auxilian unos camioneros al verlos todos maltrechos, luego de poner gasolina en la moto los despachadores se unen para ayudar a la joven familia, tanto Marcos como María tienen varios arañazos en el cuerpo, arañazos largos, tan pero tan finos que parecieran que fueron hechos por hojas de gillette.

Luego que pudieron calmarse les contaron a los que los auxiliaron lo que había pasado, luego de algunos comentarios uno de los muchachos que trabajaba en esa gasolinera dijo: “Hace poco, por el lugar que ustedes dicen, aparecieron muertos una mujer y su hijo pequeño, al parecer murieron de causas extrañas.

Algunos dicen que iban de regreso a su casa pero ya era un poco tarde, la madre se confió porque conocía supuestamente el camino, lo que no sabía la pobre mujer es que en ese lugar supuestamente a veces se aparece LA LLORONA, y desde ese evento, aparece más seguido.

Lo curioso del asunto es que el bebé ya no tenía fiebre, luego fueron escoltados por dos camiones hasta llegar al centro de salud, donde los tres fueron atendidos por un médico, y lo raro del asunto es que para el matasanos el pequeño Antonio estaba muy bien de salud.

Investigación, historia y narración: Fernando Andrade Mazariegos (todos los derechos reservados Guatemala septiembre 2018).

Imágenes tomadas con fines ilustrativos

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