La mujer del camino

La mujer del camino

Una noche, un vecino amigo mío al que llamaremos don Alfonso volvía de echarse unos traguitos con sus amigos en una cantina de la zona 1, era mujeriego y ya era la media noche.

El camino era largo, ya que desde ese centro de recreación debía conducir hasta cerca de la colonia Villa Hermosa, donde empezaban a surgir colonias residenciales, muchas de estas colonias están a la par de una carretera que llega hasta un semáforo que divide los municipios de San Miguel Petapa y Villa Nueva.

Recorrió la Avenida Bolívar, toda la Avenida Petapa, pasó por Ciudad Real y al llegar por donde queda un bosquecito, hacia mano derecha hay un camino de tierra, donde hay un basurero a no menos de 20 metros entrando por ese camino.

En la esquina donde se juntan la carretera de asfalto con el camino de tierra él vio parada a una mujer, don Alfonso siempre muy enamorado empezó a reducir la velocidad de su pick up, para detallarla mejor, como él suele decir.

Mujer de blanco en carretera

Notó una figura divina en un vestidito blanco, una cabellera castaña larga y lisa, caminaba descalza con dirección al sur, por lo que no veía el rostro de ella, bajó el vidrio y le dijo a la muchacha:

“Niña, que hace tan sola caminando a esta hora de la noche por estos caminos tan solitarios”.

Ella se volteó hacia él mostrando un bello rostro, y le dijo:

“Voy a mi casita, ya voy tarde y no he arreglado donde duermo, me agarró la tarde porque me gusta caminar de noche”.

A lo que don Alfonso muy caballerosamente comentó:

“Señorita yo mismo la llevo a su casa, la entrego sana y salva con sus papás, no puedo permitir que tan hermosa criatura ande en peligro por estas calles”.

A lo que la mujer contesto:

“No tengo papás, vivo sola y duermo sola en mi casita, voy tarde y no he arreglado donde duermo, me agarró la tarde, porque me gusta caminar sola de noche”.

Don Alfonso comentó entonces:

“Ve pues, lo otro ya me lo habías dicho, pero yo te llevo”.

Don Alfonso entonces se bajó de su vehículo, y abrió la puerta del copiloto para que la muchacha entrara, la cual no lo pensó dos veces para subirse.

La mujer de blanco en el camino con Don Alfonso

Ya de nuevo en el camino empezaron a conversar, la mujer le contó que vivía sola cerca de la orilla del río, por donde esta el único puente de la carretera que va para San Miguel Petapa y Villa nueva.

Don Alfonso iba muy despacio, según él ganando tiempo y confianza con la mujer, la cual le parecía cada vez más bella.

Veía por momentos transparentarse un poco el vestido de su acompañante, o por lo menos eso creía, lo que lo emocionaba, y por ratos cuando hacia el cambio de velocidades trataba de tocar a su acompañante en la pierna pero no lo lograba, cosa que él no entendía por qué.

Don Alfonso notó que hasta el momento no se había presentado con la mujer, cuando ya iban por la carretera cerca del río creyó oportuno hacerlo:

“Yo soy Alfonso Ramírez, soy del departamento de Escuintla, soy empresario y negociante, vivo cerca, en una colonia que ya pasamos, ¿tú cómo te llamas?”.

La mujer le contestó:

“Voy a mi casita, ya voy tarde y no he arreglado donde duermo, me agarró la tarde porque me gusta caminar de noche”.

Don Alfonso la vio extrañado y por un momento sintió desconfianza, pero más pudo el don Juan que llevaba dentro que el sentido de la razón.

Ya en el puente, don Alfonso le dijo a la mujer:

“Bueno, servida preciosa, deja que te abra la puerta pero eso si, me tienes que dejar tu número de teléfono para que te llame y te venga a visitar más despacio”.

Entonces ella cuando él se iba a bajar lo detuvo con su mano fría y le dijo:

“¿no quiere ir a mi casita y dormir conmigo?, me agarró la tarde porque me gusta caminar de noche”.

Don Alfonso en ese momento pensó que se había sacado el premio mayor con la mujer de blanco y sin pensarlo dos veces se metió en el camino de tierra, el que da a la playa del río.

Empezó a sentir un hedor horrible, aún más que el del río, la muchacha bajó el vidrio de su ventana e indicó el camino e hizo que bajara hasta la orilla del mismo.

Él le preguntó:

“Mija, ¿segura que es aquí?”.

Ella señaló un matorral y le dijo que ahí era donde dormirían, entonces don Alfonso pensó que la muchacha lo único que quería era estar con él, apagó el carro, apagó las luces, y se bajó para abrirle la puerta a la muchacha.

Pareja en un carro

Había poca luz, pero la luna alumbraba y era relativamente claro el paisaje donde estaban.

Cuando don Alfonso iba ya por enfrente de su pick up volteó a ver hacia la muchacha por el vidrio y para su susto lo único que vio fue un cadáver viejo, que lo observaba con ojos sin vida, que movía la cabeza de arriba abajo y hacia los lados por momentos, pero que no le apartaba la vista.

Se le detuvo el tiempo y el corazón a don Alfonso, rostro sin labios, pero si con dientes, no era vestido lo que la cubría, pareciera mas trapos que otra cosa, y empezó a reconocer el hedor, era hedor de muerto.

Don Alfonso, vio que había avanzado con su carro muy lejos de la carretera, al cual ni loco iba a entrar de nuevo, pero ubicó por donde salir huyendo a pie, lo malo era que sentía que los pies le pesaban demasiado.

Trataba de correr pero apenas si arrastraba los pies, al haber avanzado apenas 5 metros, volteó a ver hacia donde había dejado el carro, ella estaba saliendo del mismo, por la ventana y empezó a darle alcance, ella se movía desarticuladamente, por momentos pareciera que en vez de darle alcance, esta retrocedía.

Poco a poco empezó don Alfonso a moverse mas rápido pero la carretera aún estaba lejos, como todo buen medio cristiano o ateo, a buena hora empezó a recordarse de que existe un Dios y empezó a pedir su ayuda.

Y cuando lo hizo empezó a escuchar:

“Voy a mi casita, ya voy tarde y no he arreglado donde duermo, me agarró la tarde porque me gusta caminar de noche”.

“¿no quiere ir a mi casita y dormir conmigo?, me agarró la tarde porque me gusta caminar de noche”.

“Espéreme, “¿no quiere dormir conmigo?, me agarró la tarde porque me gusta caminar de noche”.

Don Alfonso notaba que le iba ganando distancia a la muchacha y llegó hasta la carretera, pero aún tenía que llegar a su colonia, otro largo trecho, en el cual ella no lo dejó de perseguir, cuando llego a la garita de acceso los elementos de seguridad dormían y no hicieron caso cuando don Alfonso entró, por el terror ni podía hablar.

Al llegar a su casa ella aún estaba en la esquina de su cuadra, el empezó a somatar la puerta y a gritarle a su esposa e hijos que le abrieran la puerta, la esposa fue la que le abrió y ayudó a entrar, el no podía dejar de temblar, se desmayó, no fue hasta el medio día que despertó y le contó a su familia lo que le pasó, no es demás contarles el desmadre que le armó la esposa por enamoradizo y hasta se contentó de que le sucediera esta aventura, tal vez así aprendería pensó ella.

Acompañado de sus dos hijos varones fue a buscar su pick up, el cual encontraron, pero no tan lejos como él pensaba que lo había dejado, solo que lo encontraron todo sucio, y se veía lleno de monte por dentro, lo malo es que cuando se acercaron, el hedor a muerto era insoportable, tanto que lo dejaron ahí.

Pickup lleno de monte y basura

Contrataron una persona para que lo sacara de donde estaba, y por más que lo mandaron a lavar jamás se quitó del vehículo ese hedor a muerte, tanto que los vecinos se quejaron y tuvo que ir a tirar el vehículo por un su terreno que tenía en Escuintla.

Cuando don Alfonso me volvió a contar este suceso, después de habérmelo contado hace 10 años, no dejó de sentirse con miedo, y le fue difícil contar ciertas partes, don Alfonso sigue echándose los traguitos con sus amigos, sigue de enamorado, pero ya no sube muchachas en la noche cuando maneja.

Hay gente que comenta de esta mujer que se sube en los vehículos en esa esquina, algunas veces es gente que camina de noche, que cuando regresa de su trabajo la mira, otras veces dicen algunos que en alguna ocasión cuando pasan por ahí, ven el retrovisor y ven a una muchacha que va en el asiento de atrás.

La verdad como consejo sano, así como lo dice don Alfonso, no anden subiendo a nadie en su carro por la carretera en la noche, menos si es una dama, no sea que una de repente les diga:

“Voy a mi casita, ya voy tarde y no he arreglado donde duermo, me agarró la tarde porque me gusta caminar de noche”.

Investigación, historia y narración: Fernando Andrade Mazariegos todos los derechos reservados Guatemala 2,014

Fotos por: Fernando Andrade Mazariegos todos los derechos reservados Guatemala 2,014

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