Mujer en rio

La mujer en el rio de la noche sin luna

Pepo y Chepo eran dos hermanos que vivían al occidente de nuestro bello país, lugar de bellas mujeres, desde pequeños andaban en el monte molestando a toda hora después de hacer las tareas matutinas en la parcela de su padre.

El terreno de la familia de Pepo y Chepo colindaba con los terrenos de sus abuelos y tíos, así que cuando regresaban tarde de sus aventuras pasaban a cualquiera de las casas a saludar, casi siempre eran invitados a tomar un cafecito y a comer un poco de pan, durante toda su niñez y adolescencia fueron conocidos en la región como traviesos, molestones, pero muy buenas gentes y acomedidos, luego de jóvenes aparte de esto también fueron conocidos por feos pero enamoradísimos, no había patoja en los alrededores de los terrenos de la familia de Pepo y Chepo que no hubiera sido galantemente cortejada a veces hasta de los dos al mismo tiempo.

Amigos platicando

Escribían poemas a las muchachas, aunque los copiaban de algún libro en la casa de algún tío, no faltó la vez que por babosos escribieron hasta salmos por andar copiando sin leer. Mezclaban diferentes sobras de lociones para economizar y andar oliendo muy rico (según ellos) aunque rara vez se bañaban, llevaban serenatas a las patojas más bonitas, quienes al escuchar el sonido de mariachis, a pesar de que los muchachos eran digamos, este, incómodos de ver, salían muy emocionadas al balcón, sólo para llevarse la sorpresa de que uno de los dos llevaba un gran ramo de flores recién cortadas muy posiblemente del propio jardín de la Dulcinea agasajada, mientras el otro hermano sostenía con sus manos una gran grabadora, novedoso modo de hacer serenatas sin gastar mucho la de los muchachos.

Pero a pesar de lo feos que eran los patojos, siempre andaban presumiendo novia, o mejor dicho, las fotografías de muchas mujeres, aunque nunca se les vio acompañados de las damas que ellos contaban como sus prometidas, en fin, eran buenos muchachos, algo escandalosos pero no le hacían daño a nadie.

Eso si, no había feria, fiesta, jaripeo, palenque, pelea de gallos, quince años, primera comunión, bautizo, velorio, matrimonio, divorcio o cualquier evento donde este par de demonios se apareciera y llevara un buen arsenal de cusha, boj, caldo de frutas, wipe u otra exquisita bebida espirituosa para poner un poco de ambiente.

A veces por culpa de estos hermanos se armaba un zafarrancho en dichas festividades, sólo Dios sabrá cuantas viudas los vieron borrachos llorando a la par del féretro de su amado esposo para luego con risas recordar a viva voz frente a los presentes el número de amantes que tenía dicho muertito, más de alguna vez terminaron presos pero en fin, eran buenos muchachos.

Sus padres para tratar de tranquilizarlos en sus andanzas les contaban todas las historias de espantos habidas y por haber, nacionales y extranjeras, incluso hasta se las inventaban para tratar de que estos no salieran, pero era imposible, Pepo y Chepo podrían ser cortos de inteligencia, ignorantes, descuidados, incluso hasta tontos, pero cobardes jamás, además, toda una vida de niñez a juventud, jugando a altas horas de la noche incluso hasta en cementerios sin ver nada raro les formó valor, o al menos eso creían estos patojos.

Pero a finales del año de 1987, tuvieron la oportunidad de ir a una posada en una aldea cercana, donde degustaron de los ricos tamales negros y colorados, ponche de frutas y chocolate caliente, pero para su mala suerte, por respeto, los aldeanos habían declarado en esa ocasión que durante las posadas no se podría beber ni vender ningún tipo de bebidas alcohólicas. Los muchachos no podían creerlo, trataron de comprar en las únicas dos tiendas del lugar por lo menos un octavo, pero no se los vendieron a pesar que éstos estaban dispuestos a pagar hasta el triple del valor del vital líquido.

Posada en Guatemala

Por primera vez en su vida, estuvieron toda la noche enojadamente sobrios, todo les parecía raro y hasta aburrido, a pesar de que mucha gente se divertía sin necesidad de estar bebiendo licor.

En fin, a eso de las 10 de la noche, mucho antes de que el resto de amigos con los que iban se regresaran, Pepo y Chepo decidieron regresar a su pueblo solos por el mismo camino de siempre, ahí iban los dos, sin tambalearse, completamente lúcidos, en todos sus cabales por primera vez, cada uno llevaba un rifle 22, regalo que hacía su abuelo a todos sus nietos cuanto cumplían 15 años, incluso a sus nietas, éstos los utilizaban cuando cazaban muy de vez en cuando, o bien, los llevaban cuando salían por si alguna víbora les salía al camino y no podían librarse de ésta.

Como la noche no les había sido completamente grata y estaban cuerdos, pensaron en acortar camino, así que agarraron por una quebrada que los conduciría a un río que quedaba en las afueras de su pueblito, los muchachos eran buenos tiradores y muy precavidos, no les eran ajenos los peligros del monte, y sabían como lidiar con ellos.

La mujer del rio

La noche estaba oscura, la quebrada parecía más larga que lo normal, Pepo tenía muy buen oído, pronto escuchó que algo andaba a la izquierda de ellos, entre los árboles, a la orilla de la quebrada, Chepo que también se había percatado dijo en vos baja: “Eso no es un animal”, Pepo dijo inmediatamente: “Es sólo uno, y hace rato que anda por ahí”, Chepo comentó: “No es muy pesado, así que, es un patojo o una mujer”, Pepo dijo: “Mujer no puede ser y menos a esta hora”, los muchachos estaban sin saber por qué por primera vez se sentían inseguros en un lugar en el que habían pasado cientos de veces sin problema, un lugar alejado, y pensándolo bien, era un lugar propicio para emboscar a alguien.

Pepo el mayor estaba preocupado, había escuchado que hace algunos años, en ese lugar habían emboscado y retenido a un parcelero que tenía mucha plata, mientras lo retenían otros habían llegado a su casa con su mujer a saquear el fruto de su arduo trabajo, los muchachos eran nietos de uno de los hombres más ricos del lugar, así que era posible que si no era amigo el que les andaba siguiendo, era seguro que éste no tenía buenas intenciones.

Pepo le dijo a Chepo mientras estos seguían andando: “Creo que ya sé dónde anda éste, hacete el sonido con el que nos saludamos con los cuates, si no contesta ese cabrón a la primera, le disparo, si no le doy, de plano que responde con fuego, luego vos disparas de donde salga la llama cuando éste responda con tiro, tal vez así salimos de ésta”.

Chepo hizo el sonido característico de su grupo de amigos, algo así como un “Huuuuuyyyyyyyhuyyyyy”, pero para su sorpresa si recibieron respuesta, pero no tenía nada que ver con lo acostumbrado, fue una especie de “Haaaaaaaa haaayyyyy aaaaaa”, Pepo al escucharlo en menos de un segundo ya había disparado, entre su grupo de amigos ese grito era señal de seguridad en lo oscuro, en el monte y a lo lejos, y lo que respondió no tenía idea de esto, el muchacho había apuntado a una sombra que los venía siguiendo a su izquierda, pero para su sorpresa, a pesar de dar en el blanco, nada cayó, nada gritó, dos largos segundos después se escuchó la risa de una mujer.

Los muchachos estaban confundidos, a pesar de que no creían en espantos ni en burlas se sintieron descompuestos por primera vez, corrieron con dirección al final de la quebrada, veloces, parecían venados, sorteaban los acostumbrados obstáculos sin ningún problema, pero algo los esperaba al final de la quebrada, justo donde pasaba el río.

La noche se volvió mas fría, al llegar a la orilla del río voltearon a ver hacia la quebrada, pero no había nada, el sonido de la corriente tranquila a sus espaldas les daba seguridad, el río era pequeño y de unos 7 metros de ancho con corriente tranquila, lo cruzarían corriendo y en un minuto estarían en el pueblo.

Lo que podían ver de la quebrada eran rocas, algunas grandes y otras pequeñas, pero nada fuera de lo normal, nada los seguía, nada se escuchaba que se moviera, los muchachos comenzaron a respirar más tranquilos, cuando de pronto, una figura alta y blancuzca, una mujer comenzó a verse a lo lejos, en medio de la oscuridad de la quebrada, los muchachos se vieron, prepararon sus rifles, si alguien les estaba jugando una broma, esta vez terminaría con un tiro en alguna pierna por lo menos.

La figura blanca de una mujer no parecía caminar, se deslizaba sin dificultad por el disparejo terreno, mientras más cerca estaba la silueta, más pesado sentían los pies los muchachos, entonces, Pepo aprieta el gatillo, el arma martilla fuertemente, pero no hay tiro, de pronto se le engarrotan las manos, las mandíbulas se le traban, y casi vacían sus intestinos, al ver a casi 10 metros, a una mujer alta, con rostro pálido y arrugado, con ojos secos, sin vida, que a escasos 3 metros levanta las manos hacia el frente y se va sobre Pepo, Chepo inmóvil comienza a temblar, sus dientes rechinan unos contra otros, sus manos comienzan a torcerse y a perder la fuerza, de pronto Chepo se lleva la mano derecha al cuello, jala una pita de cáñamo, al final, una pequeña medalla cuelga, éste se la mete en la boca y la muerde fuertemente con los dientes delanteros.

El contacto con el metal destempla la dentadura del muchacho, es una medallita de la Virgen Del Carmen, de pronto su mano izquierda de donde pendía el rifle se libera y puede jalar el gatillo aún sin apuntar, el arma detona, esto hace reaccionar a los dos muchachos, la mujer no está, pareciera como si se hubiera escurrido como bruma entre la oscuridad.

Los muchachos todavía tiemblan, Pepo toma del brazo a su hermano Chepo y juntos comienzan a cruzar el pequeño río con mucha dificultad, paso a paso, uno a la par del otro, lento, muy lento, el río parece mucho más ancho de lo que es, incluso pareciera mas hondo, pero en realidad es que del miedo las rodillas de los muchachos no pueden soportar el peso de ellos, entonces, justo a la mitad del río los muchachos se detienen a respirar, Pepo mira al cielo, no hay luna, solo una que otra nube rala hay en lo alto.

Luego de la nada, de esas escasas nubes comienzan a salir destellos de tormenta, destellos que iluminan la oscuridad de donde se encuentran, un relámpago, luego otro, sin sonido que es lo más extraño, un tercer relámpago ilumina entonces por un par de segundos el río, y ahí, a cinco metros de ellos, con los tobillos sumergidos, rígida y luminiscente está ella, una espanto, un mal espíritu que los ve con ojos resecos y carnosos, su boca tiembla, se abre y cierra rápida y violentamente entre labios resecos y dientes podridos, lleva un velo blanco en la cabeza, y para su mala suerte ambos caen sentados en el agua.

La espanto atraviesa el agua deslizándose sin mojarse, estira los brazos y justo antes de tocarlos una gran piedra cae a la par de la espanto, haciendo que grandes gotas de agua caigan sobre la aparecida, pero el agua no la moja, simplemente vuelve a caer en la corriente, luego con la mandíbula trabada un hombre se esfuerza y dice: “Andate a la mierda y deja a mis sobrinos, yo si te voy a sacar la mierda”, era Prudencio, uno de muchos tíos de los muchachos, que había escuchado la detonación del arma de Chepo y había salido a ver qué pasaba, la espanto no se movía, pero de pronto se escuchó el barullo de un grupo de gente que se acercaba, entonces la espanto se dio vuelta, comenzó a deslizarse lentamente en la misma dirección de la corriente, poco a poco la mujer fue hundiéndose y perdiéndose de vista.

Al llegar el grupo de familiares de los muchachos que también habían escuchado la detonación, algunos aún la pudieron ver, estos al igual que los hermanos que todavía seguían en el agua y el tío que aún estaba en la orilla, sintieron esa extraña sensación de rigidez en la mandíbula y pesadez en los pies.

Poco a poco lo último de la espanto desapareció con la corriente, los familiares de los muchachos los auxiliaron y de igual forma a Prudencio, luego antes del amanecer, una curandera ayudó a cerca de 10 gentes, todos al ver a la espanto tuvieron los mismo síntomas.

La verdad no se sabe quién era ese espanto, nunca antes se le había visto en el lugar y nunca más se le volvió a ver.

Pepo y Chepo tardaron casi 5 meses con el miedo de salir de noche, no se sentían seguros cerca de su casa, pero después volvieron a las andadas, pero eso si, más precavidos y más prudentes.

Investigación, historia y narración: Fernando Andrade Mazariegos (Todos los derechos reservados Guatemala diciembre 2016)

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