El frío encanto del hada
Esto sucedió en un hospital nacional, en el área de pediatría, hace aproximadamente 15 años. Sara era una enfermera, ella en esa época estaba muy contenta porque ya no la trataban como una novata. En aquel entonces, generalmente, cuando enfermera recién entraban al hospital, las ponían a realizar tareas que no eran de su agrado, por ejemplo ir a la lavandería a hacer limpieza, desinfectar instrumentos, hacer inventario de medicinas, etc.
Esto a partir de la media noche, con el pretexto de que no se durmieran durante el turno, al finalizar estas tareas las que firmaban eran las más antiguas, a las que realmente les correspondía este trabajo.

Estas tareas se hacían en la parte baja del hospital, en lugares muy oscuros y fríos, era muy incómodo caminar por esos pasillos oscuros ya que Sara sentía que la observaban. Una noche cuando ella llevaba los instrumentos a guardar pasó por un gran corredor, claramente escuchó que la seguían, en un principio pensó que era alguna compañera pero al voltear a ver a pesar de escuchar los pasos atrás de ella no había nadie, siguió caminando ya con el miedo que le provocaba el lugar, pasó frente a un cuartito donde guardaban las escobas, el mismo siempre estaba abierto porque no tenía puerta, entre las sombras se miraban los utensilios de limpieza, luego dejo los instrumentos en su lugar y regresó.
Cuando pasó de regreso de nuevo frente al cuartito una voz de hombre que venía de entre las sombras le susurró: “Sara, Sara sht sht Sara, Sara sht sht”, al escucharlo ella salió corriendo, pero ahora ella era la encargada de las enfermeras, por eso es que estaba feliz, ya no tendría que realizar esas tareas.
Pero Sara no se portó mal con las nuevas enfermeras, procuraba que nunca estuvieran solas, incluso muchas veces las acompañó a hacer estas tareas. Muchas fueron las veces que Sara les permitió dormir un poco durante el turno cuando no había nada que hacer, por eso muchas enfermeras le tenían estima y la querían mucho. A Sara le gustaba estar en pediatría en especial en oncología, durante años vio a niños recuperarse y a otros que nunca se recuperaron, muchos de estos niños murieron bajo los cuidados de Sara, a pesar de que esto le afectaba ella nunca renunció.
A Sara también le gustaba estar en maternidad, en una oportunidad Sara conoció a una dama que iba a dar a luz a su sexto hijo, luego de nacer el sexto niño de la señora esta le tuvo mucha confianza a Sara, antes de que le dieran de alta le contó a la encargada de las enfermeras que tenía una hija de cuatro años que siempre estaba mareada y con la vista nublada, y la mamá de la niña pensó que tal vez tenía lombrices en el estómago pero le daba pena porque siempre que jugaba se caía y se golpeaba, Sara preocupada porque la niña podía tener anemia severa le recomendó que la llevara al hospital, ofreciéndole hablarle a uno de los médicos de confianza para que revisara a la niña.
A los 40 días la señora regresaba con el bebé y la niña, Sara al ver a la niña se encariñó rápidamente con ella, esta se llamaba Romelia, niña pequeñita, delgada, pálida, de pelo castaño, pero con unos ojos bellos llenos de curiosidad y vida. Sara la llevó con un doctor, a primera vista notaron que la niña tenía moretes en las piernas y en los brazos y luego de una serie de exámenes se dieron cuenta que Romelia tenía leucemia. Así que le dieron ingreso inmediatamente a pediatría. La familia de Romelia venía del corredor seco, de Camotán, Chiquimula, y gracias a una familiar se pudieron instalar en un asentamiento del Incienso.
Sara se hizo muy afín a Romelia y la niña le tomó mucho cariño, Romelia estaba muy feliz porque a pesar de las inyecciones y tratamientos tenía una cama decente donde dormir, tres tiempos de comida, y ya no comía solo frijoles con quilete. Romelia no conocía la televisión y en el hospital había una encendida todo el día donde podía ver caricaturas.
Todas las enfermeras la cuidaban mucho y por ser tan pequeña y bonita llamaba mucho la atención, cuando algunos niños se recuperaban y salían del hospital los familiares de estos le dejaban juguetes o dulces, Sara se encargaba de bañarla todos los días, luego la arreglaba y le hacía todos los peinados que la niña quería, trenzas, colitas, chongos, etc.
Romelia cuando estaba bien a toda hora ayudaba a los demás niños a levantarse y era muy acomedida pero cuando el tratamiento comenzó a hacer efecto pasaba todo el tiempo dormida, su hermosa cabello se empezó a caer a parte que tenía nauseas y dolores, Sara sabía muy bien que no podía involucrarse sentimentalmente pero con Romelia se le estrujaba el corazón al verla sufrir.
La mama de Romelia la llegaba a visitar muy de vez en cuando y llegaba cargando a los otros 5 niños que vivían pidiendo comida, por lo que no le ponía mucha atención a la nena, el padre de ésta, se ausentaba hasta una semana, ya que era albañil y cuando regresaba a su casa era para estar bebiendo con los amigos, entonces Romelia sentía que el personal del hospital, médicos, enfermeras, personal de limpieza y las visitas de otros niños era su familia.
Pasaron dos años y Romelia continuaba en el hospital, lo bonito era que cuando cumplía años se lo celebraban con pastel, dulces, y en el último de ellos, hasta un payaso llegó, celebró navidades dentro del hospital, incluso conoció a la esposa del presidente y se tomó una foto con ella.
Sara sabía que la enfermedad de la niña ya estaba en fase terminal, mientras Romelia recuperaba su pelo, Sara le ponía los gorros más bonitos que podía comprar pero pronto su pelo creció nuevamente, el cual ya no era castaño sino dorado, la niña vivía bajo el efecto de calmantes y vitaminas, una noche como muchas Sara le contaba un cuento.
Esta vez era el cuento de la cenicienta entonces la niña al terminar de escuchar el cuento alegre le dice a Sara: “Sara tu eres mi hada madrina, y el doctor Robles es mi príncipe azul, cuando yo sea grande voy a ser enfermera, me voy a poner un vestido celeste y tu me vas a hacer mis colitas”. Mientras decía esto, con esfuerzo jaló una cajita de dulces típicos donde ella guardaba sus colitas luego le dijo a Sara: “Te quiero Sara, yo también voy a hacer tu hada madrina un día”.
Esa noche en especial, Romelia no se podía dormir, quería platicar con Sara, de pronto quiso comer chocolates, Sara rápidamente fue a buscar chocolates de esos de la ardilla, le gustaban mucho los chocolates que tenían galleta adentro, mientras Sara caminaba el frío de la noche y la soledad de los pasillos era el fondo de la tristeza que había en su corazón.
A las dos de la madrugada Romelia le dijo a Sara, cuando esta iba a ver a otros pacientes: “Sara no te vayas, tengo sueñito, quedate aquí conmigo y decile a los niños que están ahí que no quiero ir a jugar con ellos todavía, que dejen que me duerma un ratito y luego voy a jugar con ellos”, Sara vio para todos lados en la habitación y no había ningún niño al pie de la cama, pensó seguro que la niña estaba alucinando, luego Romelia dijo: “Sara haceme piojito, te quiero mucho, tu eres mi mamá”, la niña respiraba con dificultad en los brazos de Sara, la enfermera que vio tantos niños morir, estaba mas afectada que nunca, luego de un profuno suspiro Romelia falleció, siendo las 2:25 de la madrugada, Sara no pudo contenerse y con su llanto y desesperación despertó a todo el personal y pacientes del hospital, muchos lloraron a Romelia y se despidieron de ella en su cuna dando un beso en la frente del angelito de cabellos dorados.
Luego de los trámites Romelia fue sepultada en el Cementerio General, en el área parvularia, muchos del personal fue al sepelio. Pasó el tiempo sin novedades en el hospital, Sara estaba desecha, un año después, cuando se acercaba el cumpleaños de Romelia, lamentablemente Sara tenía algunos problemas un tanto serios, algunas medicinas habían desaparecido y lógicamente por ser la jefe de enfermeras era una de las sospechosas, sin embargo, Sara era inteligente y tenía ciertas sospechas sobre una persona pero no le tenía confianza a nadie para pedir favor que le avisaran cuando este entraba a la sala mientras ella daba la vuelta.
De pronto empezó a decir para ella misma: “¿Quién me podrá ayudar?, ¿En quién puedo confiar para que me ayude?” Pasaron las semanas y la medicina seguía desapareciendo, hasta que en una noche mientras llenaba unas formas, en su mente cavilaban sus problemas y la tristeza por Romelia ya que faltaba poco para su cumpleaños, luego pensó nuevamente en voz alta: “¿Quién me puedo avisar cuando ese ladrón entre?”, entonces de la obscuridad de un pasillo empezó a escuchar el sonido de un rebote en el piso, golpes secos y de brinco, entonces de la oscuridad salió una pelota de yax que rodó hasta sus pies.
En ese momento ella Pregunto en voz alta: ”¿Quién tiró la pelota?», La cual de forma fantástica siguió rodando para el otro lado del pasillo, de pronto por inercia Sara siguió el recorrido de la pelota que terminó detrás de una puerta, hubo un viento helado que a lo lejos somataba láminas y arrastraba bolsas y cartón en la calle.
Sara se agachó a recoger la pelota, al incorporarse vio por el vidrio de la ventanita de la puerta a un enfermero del cual ella sospechaba y que en ese momento robaba las medicinas, Sara dio aviso y ella salió libre del incidente demostrando su inocencia, luego de esto pasaron otros fenómenos al cual ella no puede dar explicación, por ejemplo una pequeña sombra que pasaba a su lado y que veía por el rabillo de sus ojos.
En otra ocasión durante una operación, se dio cuenta que le hacían falta unas pinzas, ella había confiado en otra enfermera para que le llevaran todos los instrumentos y por lo delicada de la operación no podía salir a buscar dicha pinza, mientras el doctor operaba ella buscó dentro de la sala de operaciones para ver si encontraba alguna pinza y justo cuando el doctor le iba a pedir que le diera ese instrumento sencillo pero de gran importancia en esa parte de la operación, la pinza como arte de magia apareció en medio de la bandeja de instrumentos.

Llegó al fin el día del cumpleaños de Romelia, tarde gris un tanto fría, Sara después de unas oraciones dejó un par de colitas en la tumba de su amiguita, diciendo: «Estas son para que las tengas un rato ya que seguro alguien pasará por aquí y se las robarán”. Luego con un ramo de flores fue a la capilla del Cementerio General a llevarle flores a la Virgen que está ahí, flores que llevaba en nombre de Romelia, con dolor recordó cómo una tarde sacó sin permiso a la niña y la llevó a esa misma capilla porque la niña quería ver a la Virgen, como estaba cerca el día de su muerte Sara no se pudo negar al deseo de la niña.
Esa misma noche del cumpleaños de Romelia, Sara había hecho dos turnos seguidos y como en la madrugada ya no podía más se fue a una sala desocupada a dormir por una hora, sus pensamientos antes de dormir eran sobre la niña, de cómo la quería y la extrañaba, cuando Sara estaba en lo más profundo del sueño, un viendo helado llenó la sala, era tanto el frío que se despertó el cuarto estaba completamente obscuro, de pronto se escuchó: «Poc!! Poc!! Poc!!» Y de uno de los oscuros rincones del cuarto brincó una pelotita hacia la cama donde ella estaba, luego se escuchó un sonido metálico, alguien estaba jugando yax en el piso, entonces en la cama, a su derecha se hundió una esquina, cuando Sara voltea a ver quién estaba del otro lado de la cama, vio sobre las sábanas las dos colitas de bolitas que había llevado esa tarde a la tumba de Romelia y en medio de ellas, había un largo cabello dorado que brillaba entre la penumbra.

La puerta del cuarto se abrió haciendo que Sara volteara hacia ella y entre la escasa luz que entró pudo ver la silueta de una niña que llevaba puesto un vestido muy parecido al de las princesas que usan las niñas, este era de color celeste, en ese momento a Sara se le heló la piel, entonces Sara en medio del susto dijo: “¡Es Romelia! ¡Mija!” y cuando se levantó para tratar de verla ya no había nada.
Cuando la niña murió su familia fue notificada pero estos salieron con que no tenían para el funeral, en la morgue les entregaron el cuerpo y al ver la indiferencia de los padres con los restos de la niña, Sara fue al mercado Sur Dos, a comprar un vestido de tul celeste para ponérselo de mortaja a la niña.
Pasó el tiempo y Sara en sus momentos de tristezas o de problemas creía ver a lo lejos a la niña con su vestido de tul celeste, pero nunca le vio el rostro, luego de esto Sara le mandó a oficiar dos misas a la niña. Con el tiempo Sara se casó con un médico que llegó a hacer una especialidad a ese hospital, al terminar su tiempo ambos marcharon para un hermano país de Centroamérica y aún después de tanto tiempo, Sara y su esposo a veces en las noches de frío ven a una niña vestida de celeste que pasa a un costado de ellos dentro de su casa, Sara a soñado a la niña en varias ocasiones y la niña en sus sueños siempre está feliz, a veces la sueña en un campo lleno de flores, a veces en medio de un salón de baile muy bonito.
Investigación, historia y narración: Fernando Andrade Mazariegos (Todos los derechos reservados Guatemala diciembre 2016)