Gracias a Mynor, quien me contó esta experiencia con la Siguanaba. Lo conocí hace algunos años jugando baloncesto, siempre fue una persona muy educada y muy cristiana, iba todos los sábados a su iglesia y a todos los servicios, a él no le importaba que una persona fuera católica, evangélica, mormona, judía, o lo que sea, si podía hacerle un favor lo hacía, lo mejor de todo es que nunca le negaba una chela a nadie.
A pesar de que en su iglesia ya lo habían regañado bastante, de vez en cuando se echaba las frías, pero sin dar problema a su familia y amigos, también tenía otra gracia, el muchacho era muy enamorado, en el grupo de jóvenes en que estaba, casi todas las patojas habían sido sus novias, tenía suerte en caerles bien a sus suegros, pero él mismo decía que no sabía por qué no tenía una relación estable.

Hubo un tiempo en que se tranquilizó y dejó de tener pareja por cerca de un año, lo bueno es que entonces se concentraba más en sus estudios y trabajo, pero, como ocurre con frecuencia, en una celebración de la iglesia a donde iba, dieron la bienvenida a unas familias nuevas en la congregación, entre las muchachas de una familia, se encontraba una niña muy simpática que hizo vibrar el corazón de Mynor.
La muchacha se llamaba Paola, al pasar a saludarla después de la cena de ese día, al acercarse a las familias que recién se integraban, la joven no le dio mucha importancia al muchacho, lo que provocó que éste se obsesionara más con la joven.
Pasaron las semanas y los meses, Mynor siempre trataba de tener algún detalle con la muchacha, además la invitaba a comer pero la niña educadamente le decía que no podía salir porque no le daban permiso, luego de cerca de 6 meses, el muchacho muy enamorado decidió declararle su amor a Paola, ella de una forma muy discreta, con tacto y amabilidad lo mandó a freír niguas, en otras palabras le dijo que no, pero esto lejos de desmoralizar a Mynor, lo alentó a seguir probando suerte con la niña.
Mynor vivía en una colonia de nuestra bella capital de Guatemala, para llegar a esa colonia, hay una carretera, a un costado del lado derecho de la calle, como a 20 metros hay un barranco muy profundo y con muchos árboles, un lugar muy bonito en el camino a su casa, al fondo de este barranco pasa un pequeño río que en la infancia de Mynor era limpio y hermoso, pero lamentablemente con el tiempo se convirtió en un río de aguas negras.

Mynor siempre caminaba los fines de semana a altas horas de la noche por esta calle, ya que luego del servicio pasaba saludando a los buenos amigos que tenía en una tienda, a los que invitaba de vez en cuando a unas chelitas, Mynor trabajaba con sus padres, estos también iban a la iglesia pero se regresaban mucho antes, por tener que madrugar para abrir el negocio, ya que tenían una gran ferretería, así que nunca le faltaba el dinero al patojo, lo bueno es que no se tomaba más de 3 chelas cada vez que pasaba a la tienda.
Una noche cerca de las 11, en el camino a su casa, se aproximó a unos árboles cerca de la orilla del barranco a orinar, de pronto se dio cuenta que una linda dama caminaba en la calle con dirección a su colonia, él con gran pena, se ocultó tras el árbol, la vio y notó que se parecía un poco a Paola, sabía que no era ella pero era muy parecida.

Al tratar de darle alcance la muchacha desapareció en las primeras casas del lugar, Mynor pensó que tal vez vivía en alguna de estas primeras casas, al día siguiente preguntó por la chica en las tiendas cercanas al lugar, pero nadie le dio pistas de quién pudiera ser.
Pasaron los días del mes de Junio de ese año, en dos ocasiones más en que Mynor se detuvo a un costado del camino a orinar, vio la silueta de la joven nuevamente que iba en dirección a la colonia, pero éste por más que trataba de darle alcance no lograba alcanzarla.
Pero en una noche del mes de Julio de ese año, Mynor tenía el orgullo por los suelos y el corazón roto porque Paola no quiso recibir un ramo de rosas que el muchacho le había llevado por cumplir años, sus amigos de la iglesia se burlaron de él, provocando la rabia del joven, quien juró no volver a las reuniones del lugar por no querer ver más a la patoja, mientras Mynor se alejaba decía en vos alta: “De todos modos hay una por mi casa que está más bonita que vos cabrona”
Mynor llegó más temprano a la tiendita donde se echaba las aguas, lo que provocó la alegría de los muchachos, ya que “el patojón” como le decían, nunca había llegado tan temprano, esa noche hubo un gran aguacero lo que provocó que Mynor se quedara un poco más tarde de lo usual, cerca de las 11:30 de la noche se despidió y agarró camino para su casa.
Mientras caminaba pensaba que era hermoso el brillo del pavimento por la lluvia, que reflejaba los focos del alumbrado público, le gustaba el olor que despedía la tierra húmeda, todo se sentía fresco, como de costumbre Mynor paró a orinar cerca del barranco en el mismo árbol.
Al terminar, dirige su mirada hacia el camino que va para su colonia, para su sorpresa, en el tronco de un árbol cortado recientemente por la municipalidad, del otro lado de la calle estaba sentada la muchacha que había visto un par de veces y que no pudo alcanzar, estaba sentada de espaldas y se sobaba un pie, Mynor saludó de lejos para no asustar a la chica, ella lo volteó a ver sólo de perfil, no respondió al saludo pero se sonrió, el muchacho se dio cuenta que la muchacha parecía ser más linda de lo que pensaba, incluso más linda que Paola.
Mynor muy educadamente dijo: “Buenas noches, cómo está?”, pero de nuevo no obtuvo respuesta, el muchacho se aproximó y se sentó del otro lado del tronco como a unos 5 metros de ella, ella se seguía sobando los pies, uno por uno, Mynor galantemente trató de darle conversación, pero ella no respondía, Mynor pensó que tal vez la muchacha estaba esperando al novio o esposo, así que le dijo: “Bueno, creo que está esperando a alguien, feliz noche”, pero entonces con una voz muy suave ella contestó: ”Quédese y platicaremos bien en un ratito”.
El muchacho con alegría en el corazón pensó que lograría por lo menos conocer a la muchacha y quién sabe, a lo mejor encaminarla a su casa y saber dónde vivía, luego de un tiempo, Mynor observaba que la muchacha seguía sobándose los tobillos y los pies, luego el muchacho viendo al cielo le dijo: “De plano usted camina bastante y por eso está cansada”, ella contestó con un seco y suave: “Si” y agregó: “No me los quieres sobar”.
Al escuchar esto el joven emocionado contestó: “Con gusto”, pero la muchacha ya iba caminando del otro lado de la calle, por la banqueta del lado del barranco, Mynor ni lento ni perezoso se levantó y fue tras ella, cuando le iba a dar alcance, éste se detuvo, porque cuando ella pasó por debajo de un foco del alumbrado público, notó que su vestido blanco no tan largo estaba mojado, transparentaba y se le ceñía al cuerpo.
Esta patoja tenía un cuerpazo, bonitas curvas, era morena clara y su cabello era hermoso, lizo y largo, que le llegaba poco más debajo de las caderas, ella volteaba cubriéndose el rostro con el pelo, como alentando al joven a seguirla.
Cuando el muchacho estuvo a escasos 2 metros de ella, ésta dio un ágil saltito hacia los árboles, ganándole un poco más de distancia, empezó entonces ella a seguir un sendero que Mynor había conocido de niño, era un extravío que usaban de pequeños con sus amiguitos para bajar hasta el río, abajo en el barranco, pero que habían dejado de usar por derrumbes.
El rostro de la Siguanaba
Mynor enloquecía de excitación, cada vez que la ágil dama movía sus caderas para abrirse espacio entre las piedras grandes que había en el extravío, mientras el muchacho se apresuraba pensaba que incluso ella era más alta que Paola, pero algo detuvo a Mynor, cuando habían avanzado cerca de 40 metros en la oscuridad, ya cerca del corte provocado por los derrumbes, éste se detuvo, pero no por el miedo de caer en el barranco, tampoco por parecerle sospechoso el modo de actuar de la señorita.
Mynor se detuvo porque con la última luz del alumbrado público entre los arbustos, notó un color entre morado y azul en los camotes de la chica, notó también que ésta parecía más alta pero más flaca, ella al ver que él ya no la seguía, entre la oscuridad se detuvo, él le dijo entonces: “Mire, yo me regreso mejor, pase feliz noche”, pero en el momento ella se volteó y hay Dios.
Dejó ver su semidesnudez, ésta contrastaba con su rostro, el cual era descomunalmente largo, sin labios, con grandes dientes podridos y disparejos, no se le distinguía bien la nariz, lo más horrible del rostro de la dama eran los ojos rojos color sangre, que se salían de sus cuencas.

Los brazos de la Siguanaba eran más largos de lo normal, en sus manos sobresalían unos dedos gruesos y largos que finalizaban con garras largas, negras y sucias, Mynor en ese momento, pegó un brinco para salir a la calle, que estaba aproximadamente a 20 metros atravesando la arboleda, el susto lo hizo más ágil, cuando ya estaba a unos 15 metros de la Siguanaba, el patojo volteó a ver, la vio parada pero ésta en 3 estirones de piernas lo alcanzó, lo agarró y lo tiró varias veces hasta llegar de nuevo al extravío.
Mynor después del golpe sintió esa incomodidad de cuando uno se queda sin aire, se paró inmediatamente para recobrar la respiración pero sintió un jalón en los pies y cayó de boca, golpeándose la cabeza, la sangre que salía de su frente provocó ardor en sus ojos, cuando él trataba de quitarse la sangre de los ojos con las manos, notó que era arrastrado.
Imágenes de luz tenue por momentos y de penumbra pasaban delante de sus ojos, por reflejo se aferró con su mano izquierda a un arbusto que le provocó ardor en la mano, era un árbol pequeño de chichicaste, el ardor provocó adrenalina en su ya maltrecho cuerpo, buscó entonces donde aferrarse con la mano derecha, logró alcanzar algunos bejucos, al lograr detener su avance, notó que algo como un laso shuco estaba enredado en su tobillo, pero al ver para arriba, era un mechón del pelo de la Siguanaba.
Esta le pegó un manotazo en el pecho, dejándolo sin aire nuevamente, este espanto no hablaba sólo hacía un ruido entre gruñido y queja, mientras el cuerpo de Mynor era nuevamente arrastrado, sin saber por qué, vino a su mente la melodía de una alabanza cristiana muy bonita, una fracción que dice más o menos: “Mi Padre es Dios y yo le alabo, mi Padre es Dios y yo le alabaré”.
Mynor respira profundo, mientras escucha la alabanza en su mente, nuevamente se aferra, la Siguanaba se detiene y va sobre él, el muchacho llorando y temblando balbucea la alabanza, a un metro del borde del barranco, la Siguanaba lo abraza, pero éste sigue aferrado a unas ramas con su mano izquierda, con los antebrazos y su mano derecha detiene el ataque de las manos del espanto, ya con lo último de voluntad, sin saber qué más hacer.
El patojo muerde el pelo de la Siguanaba y lo jala con sus dientes, esto provoca que el mechón en el tobillo de Mynor se suelte, el muchacho empieza a jalarle el pelo con las manos, tirando tan fuertemente que provoca que la cabezona de la Siguanaba tambalee, provocando alaridos y gruñidos, al soltarlo ésta quiso alejarse, pero Mynor más por nervios y miedo, no la soltaba, seguía jalando y dando fuertes tirones, luego, entró en razón y la soltó, ésta fue descendiendo entre el monte y la tierra del derrumbe.
Mynor entonces corrió, salió a la calle y siguió corriendo hasta su casa, los padres del muchacho pensaron que lo habían asaltado y llamaron a la policía, Mynor les dijo que no había sido eso y les cuenta lo que le pasó, pero como le sintieron olor a cerveza cuando habló, el papá, don Miguel lo reprendió y le pego una patada.
En el caos que se volvió, doña Karin, su mamá, trato de calmar a don Miguel, ella lloro mucho al ver a su hijo tan golpeado y sucio por sus propias necesidades, entre lagrimas lo ayudó a bañarse, después, el muchacho se acostó, mientras tanto don Miguel se disculpaba con los agentes de la policía que llegaron puntualmente 2 horas después de haberlos llamado, por el relajo, se olvidaron de llamar nuevamente para decirles que ya no llegaran.
Mynor no dormía bien, se despertaba gritando, la madre angustiada miraba como éste jalaba las sábanas como si jaloneara algo en sueños, así pasó 3 semanas, en las cuales las diarreas y los vómitos no podían ser explicados por el médico de la familia, lo bueno es que la familia de Mynor tenía muchos recursos, la verdad, le daban de todo, pero no le daban el carro porque se echaba las chelas a veces y no querían que chocara o se metiera en problemas.
El pastor, que también era muy buen amigo de don Miguel, llegaba a verlo todas las semanas, poco a poco Mynor recuperó la salud completamente 4 meses después y se integro nuevamente a su comunidad.
Todo esto aconteció entre los meses de junio y julio del año 2011, Mynor cambió mucho desde entonces, sigue siendo buen amigo mío y buen patojo, pero ya no cusquea tanto a las patojas, al ver su cambio incluso Paola se sintió atraída por él, pero al parecer, él ya no sintió atracción por ella.
En nuestra reunión para contarme la historia le pregunté que por qué no hacía lo posible por tener una relación estable con esta patoja, pero él me contestó: “No mano, ahora hasta me da cosa estar cerca de ella, me recuerda a la mujer esa del barranco, que vos decís, por lo que te conté, que era la Siguanaba”, luego de nuestra conversación, nos tomamos un par de chelas más y nos despedimos, me llamó más tarde para contarme que gracias a Dios había llegado bien a su casa.
Investigación, historia y narración: Fernando Andrade Mazariegos (Todos los derechos reservados Guatemala abril del 2015)
Pintura de La Siguanaba: Fernando Andrade Mazariegos (Todos los derechos reservados Guatemala abril del 2015)