Aparecidos

Los aparecidos

Mario tenía 7 años cuando regresaban con su familia de visitar las ruinas en Antigua Guatemala, su mamá doña Hortensia repartía panitos con frijol para aguantar un poco el hambre ya que eran cerca de las 7 de la noche y como el camino era largo era seguro que a Mario y a su hermanito Miguel de 6 años pronto les daría ganas de cenar.

Don Francisco el papá de los muchachos iba manejando sin ninguna prisa, en aquel entonces era bien conocida la fama de las curvas de la carretera para Antigua Guatemala, las cuales eran peligrosas y habían algunos accidentes inexplicables a causa de los famosos aparecidos.

El camino era oscuro, con abundante vegetación a los lados, como era día entre semana no transitaban muchos vehículos, la oscuridad los abrazó por completo, Mario adormitado veía imágenes de personas entre las ruinas que había visitado, lo que hacía que despertara abruptamente cuando estaba a punto de dormir.

Le comentaba como siempre a su mamá lo que le pasaba, pero doña Hortensia le decía: “Es que te comiste un elote completo vos solito, es por eso que ves eso, no hagas caso mijo, dormite”.

Entonces Don Francisco comentó: “Hortensia, ten paciencia, lo que pasa es que Mario es igual que mi mamá, pero ya pronto ella le explicará que hacer”.

Doña Hortensia: “Ya vas vos con tus babosadas, lo que pasa es que tu mamá come mucho también”, este comentario le dio risa a los cuatro y así terminó la plática del tema de lo que veía Mario.

Poco a poco Mario se quedó dormido al igual que Miguel, de pronto todo se transformó en gritos, el muchacho sentía que rebotaba en el asiento de atrás, mientras escuchaba como el metal del carro se arrastraba en el concreto, de pronto todo fue muy oscuro y confuso, Mario sentía un sabor metálico en la boca, estaba de cabeza, le costaba respirar, sentía que algo le oprimía el pecho, era la cabeza de Miguel que lloraba y llamaba a su mamá.

Entre el lerdo parpadeo de sus ojos y la angustia de la asfixia, vio como don Francisco ayudaba a su madre a salir, luego vio como de un par de tirones sacaba por la ventana a Miguel, Mario trataba de hablar pero no podía, al fin la mano grande de su papá dio con él y al sacarlo, el niño soltó una bocanada de sangre, lo que le permitió respirar mejor.

Lo raro es que Mario miraba otra silueta desde que se despertó cuando escuchó los gritos de su mamá, era como una mujer fea, que antes de que diera vuelta el carro había visto prendida en el vidrio del parabrisas, esto fue en una fracción de segundos.

La menos golpeada era doña Hortensia, que trataba de detener la hemorragia en el brazo izquierdo de don Francisco, brazo que tenía una fractura expuesta, pero, ya aclarando la vista, Mario veía a la mujer fea rondándolos por momentos, todos la veían, incluso la mamá de los niños, que los jaló como pollitos a su regazo.

Don Francisco por momentos desvariaba por la pérdida de sangre, de pronto esta fea mujer se presentó frente a ellos, estaba molesta, al parecer porque el carro no había caído al vacío, fue cuando se dejó ver completamente: tez pálida, piel pegada al hueso, ropa sucia y rota, rostro horriblemente adornado por puros dientes pelados, cabello sucio y enmarañado, ojos sin vida y lo que le pareció más horrible a Mario, es que tenía la articulación de las piernas para atrás.

Doña Hortensia abrazó fuertemente a los dos niños y se puso a orar, don Francisco con las pocas fuerzas que le quedaban, con la única mano buena que tenía agarró un pedazo de vidrio y le dijo: “Si te acercas más te parto tu puta madre”.

Gracias a Dios pronto se escuchó otro vehículo automotor, era un pick up que casi choca con los restos del carro, Mario en su somnolencia provocada por el golpe vio como la mujer fea se tiró en el barranco. Inmediatamente la gente fue llegando y auxilió a la familia mientras llegaban las ambulancias.

Mario pasó cerca de una semana en el hospital, don Francisco pasó un poco más de dos semanas en el mismo, su mamá y su hermano fueron dados de alta a los 3 días del accidente.

Durante mucho tiempo, hubieron avistamientos del mismo espectro en esa carretera, en ocasiones esta mujer se atravesaba provocando que los pilotos de los vehículos por esquivarla se llevaran un buen susto o bien, algunos volcaron y otros lamentablemente cayeron en el vacío.

Pero no solo es sobre este espectro del que se habla, también cuentan que es un grupito de personas que se atraviesan y se tiran en el barranco, a veces sólo se escuchan voces y lamentos, incluso más de alguna vez comentan que una fuerza sobrenatural hacía que el carro se arrastrara mientras se movía normalmente hasta la orilla de la carretera.

El año pasado, venía de regreso a la capital un grupo de amigos como a eso de la 1 de la madrugada, habían ido a la bella ciudad colonial a convivir un poco en la fiesta del casamiento de un familiar de uno de los muchachos que se llama Iván, éste venía sentado en el asiento del copiloto, en el asiento de atrás venían Rafael y Carlos, el que conducía era Mario, que ya contaba con 27 años de edad.

Noche helada de noviembre, con mucho viento y mucha nube oscura en el cielo, los cuatro ocupantes del carro como cosa rara venían sobrios, esto porque la pareja de recién casados eran de una religión que prohíbe las bebidas alcohólicas, por lo que los muchachos al no llevar más dinero que para la gasolina y el respectivo regalo tuvieron que regresar en ese lamentable estado a sus hogares.

Aparecidos
Aparecidos

Comentó Iván con un poco de frustración: “Mucho, que tristeza que mi primo no pudo dar ni una chela en la fiesta”.

Carlos agregó: “Pero ni despedida de soltero le pudimos dar a aquel, porque se podía enojar la novia”.

Rafael dijo en son de burla: “A de ser por lo alhajita que es su primo y sus amigos”, luego de este comentario todos rieron.

De pronto empezaron a sentir como que el carro se derrapaba demasiado en cada curva, a pesar de que Mario no pasaba los 60 kms por hora.

Comentó entonces Carlos: “No seas tan animal para manejar vos Mario, Mira que ocurrencia manejar así cuando todos venimos sanos”.

Mario no le contestó a Carlos, seguía concentrado en la carretera y en el vehículo, pero Iván comentó un momento después: “No mucha, no es Mario el que anda manejando mal, ni el carro tiene falla, mejor pónganse los cinturones”.

A pesar de que iban a baja velocidad cerca de 40 kms por hora o menos, el carro se les derrapaba abruptamente, Rafael tuvo la idea de que se detuvieran a un lado del camino pero Mario le respondió: “Acá no, es lo que ella quiere”.

Entonces Carlos empezó a ver por la ventana una silueta que les dio alcance, del lado izquierdo donde él venia, mujer alta, pero no se dejaba ver el rostro, los muchachos atónitos, no sabían que pensar y le gritaban a Mario que apresurara la marcha, que metiera más el pie en el acelerador, pero Mario les contestaba muy tranquilamente: “No, es lo que ella quiere, aún no”.

Rafael en la desesperación quiso abrir la puerta, aprovechando que iban bien despacio, tenía la idea de tirarse, al ver esto Mario le dijo a Rafael: “No seas mula, cerra la puerta o se nos va a meter en el carro”, al escuchar esto Rafael rápidamente cerro de nuevo la puerta y puso el seguro.

Poco antes de llegar a la curva donde hicieron recientemente unas reparaciones y ampliaron un poco la carretera, una mujer se puso del lado de Iván, a ésta la pudieron ver bien ya que ella les mostró el rostro, piel gris pegada al hueso, no se le veían los ojos ni la nariz, puros hoyos nada más, sólo se le podían ver los cadavéricos dientes amontonados en la boca así como el cabello sucio y enmarañado, el cual no se movía con el viento.

Lo extraño es que a pesar de que Mario de nuevo había subido la velocidad ésta andaba tranquilamente a la par de ellos, se veía como que caminaba, pero iba flotando, lo que notaron también era la forma extraña en sus piernas, parecía que tenía las rodillas para atrás.

Luego se alejó, se perdió entre los árboles, Carlos y Rafael dejaron salir un suspiro de alivio, igual Iván que dijo: “Gracias al cielo”, pero Mario refutó: “Esto no ha terminado”.

No habían pasado ni 5 segundos cuando un espectro apareció por delante parado en el camino y se lanzó al parabrisas, Carlos y Rafael gritaron del susto, pero Mario no perdió el control del carro, y dijo: “Ahora si hija de tu puta madre”, con la mano derecha jaló de una soga negra que siempre lleva en el cuello y dejó mostrar un dije de plata, mencionó algo que no entendieron los muchachos y aceleró el vehículo, luego empezó a orar, los muchachos callados palidecieron, al empezar a escuchar los gemidos y lamentos que emitía el espectro queriéndose soltar del parabrisas pero no podía, mordía con los dientes sus propios miembros pero no lograba zafarse.

Saliendo ya de las curvas, en la primera recta, Mario estacionó el carro, los muchachos salieron rápidamente del carro y empezaron a respirar como que hubieran estado bajo el agua mucho tiempo, Mario sujetando el dije en la mano izquierda se acercó sin miedo al espectro, el cual se retorcía al punto de desarticular sus miembros.

Los aparecidos

El fin de uno de los aparecidos

Mario se quitó el cincho y lo sostuvo fuertemente con la mano derecha, con la mano izquierda, donde tenía el dije, agarró del pelo a la horrible mujer y la arrastró hasta estar cerca de unos árboles, luego mientras decía unas oraciones empezó a chicotear al espectro, el cual pegaba de alaridos, al ver esto Rafael, que era el más valiente del grupo se desmayó, Carlos que era casi igual de gallardo que Rafa, empezó a vomitar.

Sólo Iván que ya conocía algunas cosas de su amigo Mario, fue testigo de todo, entre los chicotazos se extinguieron los lamentos del espectro, el cual poco a poco se fue convirtiendo en un montículo de tierra, que aún se puede ver, al reestablecerse Rafael y Carlos, fueron ayudados por Iván y Mario para subir de nuevo al carro, eran ya las 2:30 de la madrugada.

Mario los llevó a casa de su abuela, donde la amable señora que ya los conocía de años les dio un vaso de guaro para el susto mientras le contaban lo que había pasado esa noche, luego de llamar a sus familias durmieron ahí toda la mañana, al despertar la abuelita de Mario les contó que en su familia hay un tipo de don que se salta una generación, por lo que su nieto es igual a ella.

Rafael sólo dijo: “Gracias a Dios que ya pasó lo malo y que esa cosa ya no molestará más”.

Pero Mario comentó: “No ha terminado, ellas son tres, aún me faltan dos, pero cuando yo ando sólo no se aparecen, de plano por ustedes fue que se acercó anoche”.

“¿Qué otras dos?” preguntó Iván, Mario dijo entonces: “La que se nos acercó por atrás es una, la que se puso a la par tuya Iván es la otra, sólo a la que se tiró enfrente de nosotros fue a la que pude agarrar”…

Los muchachos aún son amigos, aún salen y trasnochan sanamente de vez en cuando, sólo que ahora ya no son tan asustadizos.

Cuando vengas de regreso de la Antigua, cuidado con los primeros 300 metros de la carretera cuando la vía es solo para arriba, ahí aparece una de ellas llorando a la derecha del camino, se deja ver muy bien, pero si la ves, te da mucha tristeza, frustración y deseos de matarte, este efecto pasa en algunas semanas, la otra aparece por donde han hecho arreglos últimamente, ésta pasa al lado del carro dejándose ver, si te sucede, sube los vidrios del carro, pon seguro en las puertas y no pierdas el control del carro ni la concentración del camino, pronto al ver que no les pones coco se van.

A si, se me olvidaba, si una de las dos se te tira al parabrisas, trata de mantener la calma, encomiéndate a Dios y ora, ya que ellos no son más fuertes que Él, todo saldrá bien.

Investigación, historia y narración: Fernando Andrade Mazariegos (todos los derechos reservados Guatemala noviembre 2014)

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