Los fantasmas del Iglu

Los fantasmas del IGLU en la USAC

Chito, un vendedor ambulante de dulces, caramelos, chicles, cigarrillos, etc., es quien sufre con estos fantasmas del iglu.

Como todas las noches, Chito se dirigía hacia la facultad de Agronomía, para obsequiarle los respectivos Chester a don Tuno, un vigilante con el cual había hecho amistad desde que empezó a vender en la U.

Vendedor ambulante

El negocio informal de Chito consistía en una cajita de madera de más o menos 60 cm. de largo por unos 40 cm. de ancho, con dos clavos a los costados de donde se sujetaba una cinta de tela, la cual se ponía atravesada en la espalda para poder vender con mayor comodidad.

En algunas ocasiones cuando Chito tenia necesidad, don Tuno hacia el favor de guardarle su cajita en el cuarto en el que pernoctaba, cuando le tocaba velar para cuidar el edificio.

Más de alguna vez, gracias a don Tuno, Chito durmió en algún salón o en algún pasillo, cuando no alcanzaba la camioneta para ir a su casa.

Pero en esa noche de septiembre, cuando Chito llegó, vio a don Tuno con los ojos llorosos, Chito le pregunto:

“Don Tuno, ¿Qué le pasa?

A lo que don Tuno contesto:

“Fíjate Chito, que mi señora madre está muy enferma y el compañero que me dijo que me iba a cubrir ya no se apareció, y es seguro que por la hora ya no viene”.

Chito le dijo:

“Pues mire don Tuno, si quiere yo me quedo hoy en el edificio, mañana cuando venga el otro vigilante yo le doy las llaves y le cuento que fue lo que le pasó, recuerde que él también es amigo mío así como suyo y creo que comprenderá”.

Don Tuno con miedo de que supieran que había abandonado el edificio en día de turno, aceptó el ofrecimiento de su amigo, se preparó, dejó las llaves a Chito y le dijo:

“Procurare venir mañana temprano antes de las 6:00, para que no se den cuenta de que me fui, gracias mijo, Dios te bendiga”.

La noche de los fantasmas

Chito cerró el edificio, eran las 9:00 de la noche cuando arregló su cajita, la envolvió con una sábana para usarla de almohada, puso unos cartones que le prestó don Tuno en el piso y se acostó en uno de los salones del segundo nivel.

En las ventanas de ese salón, casualmente se puede ver de frente el IGLU, era una noche lluviosa en aquellas que se duerme muy bien.

Chito entre su sueño, sentía que lo movían con un pie, al despertar escuchó un pst pst en la oscuridad del salón lo que lo hizo incorporarse y sentarse, Chito pensó que seguía en su sueño, así que se volvió a recostar, pero esta vez, lo sacudieron con más violencia y el pst pst fue más claro.

Chito entonces se paró, no sabía ni que hora era, de pronto, en la esquina del saloncito empezó a ver una figura entre la oscuridad, la cual le decía pst pst, Chito restregaba sus ojos pensando que de esa forma la figura desaparecería, pero no, cada vez se le acercaba más.

Sin esperar a ver que era, salió corriendo del salón con dirección al primer nivel.

Al bajar el último escalón, vio que la figura venía bajando muy despacio por las gradas, entonces corrió hacia el portón del edificio, sacando las llaves que le había dado don Tuno y que él ya conocía bien.

Al llegar al mismo, pudo ver movimiento de gente en frente del IGLU, pensó que tal vez eran los policías de seguridad haciendo ronda o bien estudiantes que se habían quedado trasnochando en alguna facultad.

Ya no estaba lloviendo y el cielo estaba despejado, noche de cuarto creciente, lo malo es que no daba con las llaves que abrían la chapa, a pesar que muchas veces le hizo el favor a don Tuno de cerrar o abrir el edificio.

Chito empezó a gritar para que las personas que estaban en los alrededores del aula magna lo voltearan a ver, sin embargo estos parecían ignorarlo.

Cuando el muchacho volteó a ver hacia las gradas, notó que la figura ya estaba bajando el último escalón y empezaba a dirigir hacia donde estaba él.

Fue entonces que el pobre patojo empezó a gritar más fuerte, logrando llamar la atención de dos personajes que estaban a 10 metros del portón, los cuales estaban de espaldas.

Fantasmas del IGLU

Cuando se voltearon, fue cuando Chito sintió que era mejor morirse, en su premura el joven vendedor ambulante no se percató ni tuvo cuidado de ver bien a las personas que caminaban todos en dirección al IGLU.

Al voltearse estos seres, Chito vio dos rostros cadavéricos, seres de cuerpos enjutos, de ropas sucias, rasgadas, los cuales empezaron a lanzar sollozos, lamentos que parecían quejas del alma, pero estos siguieron su andar.

Chito estaba perdido, el fantasma que lo había despertado violentamente venía hacia él y afuera del edificio había varios seres de la misma clase por todos lados.

Pero por lo menos había encontrado al fin la llave entre el ramillete que tenía en el llavero, fue cuando tomó la decisión de salir de todos modos.

Abrió y salió corriendo hacia la izquierda, al llegar a la esquina del edificio notó que venían otros fantasmas.

Corriera hacia donde corriera, había una procesión de espectros que parecían dirigirse al mismo lugar, así que se pegó al muro de este edificio de Agronomía, viendo hacia el IGLU.

Veía como pasaban figuras de hombres y mujeres, algunos con rostros tristes, desencajados, otros simplemente no tenían rostro.

Algunos iban agachados, otros parecían que iban hincados y algunos hasta se arrastraban.

Balbuceando algunos, otros en lamentos lastimeros, los cuales llenaban todo el espacio y el negro de la noche.

De pronto, Chito notó que no se interesaban en él, no le ponían caso, sólo iban lento muy lento, algunos lamentos eran más fuertes por ratos y si alguno lo volteaba a ver, sólo era por un instante y seguía.

El miedo del joven empezó a desaparecer, seguía con la vista a los seres, incluso hubo un momento en que se sintió cómodo y con una extraña paz.

Empezó a adormitarse y se sintió a gusto, ahí en medio de la noche en ese caminar inexplicable, fue cuando se dio cuenta que dos de ellos le tomaron de los brazos y lo llevaban en dirección de todos.

Pero no le daba miedo, se sentía bien, es mas, hasta le parecía agradable, dejo de ver colores, solo quería seguir el camino de todos.

De pronto, a lo lejos escuchó el canto del gallo y recordó no sabe por qué el ángelus, empezó a rezarlo una y otra vez y ya no se sintió a gusto, empezó a moverse y soltarse de los que lo llevaban casi que cargado.

Escuchó el gallo una vez más y todos los fantasmas apresuraron su paso, empezó a sentir que llovía nuevamente y todo quedó en calma nuevamente bajo la lluvia.

Ya no entró en el edificio, esperó bajo la lluvia a que amaneciera y con el amanecer se sintió mejor.

Como había dicho don Tuno, llego antes de las 6 de la mañana, al ver al muchacho mojado y afuera del edificio, pensó que algún pícaro lo había asaltado.

Chito contó a su amigo lo que había pasado, este le pregunto si no había sido un mal sueño, entonces Chito le enseño sus brazos, tenia en ellos marcas de dedos y uñas.

Entonces don Tuno le creyó, también le agradeció el gran favor que le hizo y le comentó que su señora madre había amanecido mejor.

Chito ya no volvió a vender en la U después de estos sucesos, pero siguió siendo amigo de don Tuno.

Chito ahora tiene una pequeña fábrica de colchones, don Tuno murió al terminar la década de los 80’s.

Chito dice, que a veces cuando anda con sus tragos, va al Cementerio General y le lleva sus cigarros a don Tuno.

Investigación, historia y narración: Fernando Andrade Mazariegos todos los derechos reservados Guatemala 2,014

Fotos por: Fernando Andrade Mazariegos todos los derechos reservados Guatemala 2,014

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