Maria y los Visitantes Nocturnos

María y Los Visitantes Nocturnos

Fue cerca de noviembre del año 1986 María, niña de 15 años junto con su familia se mudaron de casa. Gracias al nuevo trabajo de su papá, don Pedro, pudieron empezar a pagar una casita en la zona 1 de la capital, en una de tantas calles que parecen callejón sin salida.

La casa era de construcción antigua, es decir, de adobe, grande para una familia de 3 personas, la mamá de la niña doña Rosa, como toda arrecha mujer guatemalteca comenzó a bajar todas las pertenencias que traían en un pick up, en orden para que la mudanza fuera un poco más rápida.

Zona 1 de Guatemala, la casa de Maria

Siendo sábado por la mañana aprovecharon el día y la noche, igual el domingo para tratar de estar ya un poco más cómodos para el día lunes, cuando don Pedro las empezaría a dejar solas por el trabajo, que requería que en ocasiones este se ausentara dos o tres días de su hogar.

Ya por la noche ese domingo, doña Rosa le dijo a María: “Bueno, es hora de la sorpresa mija linda, ven a ver tu cuarto”.

“¿Mi cuarto?” expresó la niña, ya que como antes vivían en casa de su abuela, la mamá de doña Rosa, María estaba acostumbrada a dormir en el mismo cuarto de sus papás, o a veces se dormía con sus primas, no se había imaginado que ahora tendría un cuarto para ella sola.

La casa era de dos patios divididos por un baño grande, los ambientes de la casa se encontraban en un sólo costado de la misma, quedando todos los ambientes que eran 7 sin comunicación entre ellos, y todos con vista al patio que les quedaba en frente, en el segundo patio había una pila grande, que quedaba en frente del nuevo cuarto de María, la cual sintió miedo al saber que el cuarto de sus papás estaría en el primer patio, cosa que le comentó a su mamá.

Doña Rosa entonces le dijo: “Mija, nada de tener miedo, mira que a tus primas les encantaría tener un cuarto para ella solas, mira como estábamos amontonados en la casa de mi mamá”. María comprendió entonces a su mamá, recordó también tantas humillaciones que tuvieron en esa casa porque su abuela no quería a su papá, entonces la niña comenzó a sentirse contenta con el cambio.

Aunque María accedió a dormir solita en su nuevo cuarto, no cerró la puerta del mismo a pesar de los fríos vientos de la época, en esa primera noche, sentía que el cuarto era demasiado grande, demasiado frío, recordaba con nostalgia a sus primitas, las que dormían con ella y a pesar de todo, a la abuela.

Poco a poco después de apagar la luz María se quedó dormida, estaba muy cansada por lo ajetreado del fin de semana, de pronto como si nada, se despertó, sin saber siquiera por qué, no había ningún ruido, todo lo contrario, un completo y profundo silencio.

Ve el despertador en su mesita de noche, 3 de la madrugada en punto, noche de viento frío, la escasa luz producida por la luna que menguaba hacia ver un poco claro el patio a través del marco de la puerta, la cual estaba completamente abierta, se notaba la pilona en tonalidades grises y azules, María notó que estaba completamente destapada y con dificultad volvió a dormir.

A la mañana siguiente María se levantó tempranito para despedir a su papá el cual regresaría hasta el miércoles, le tocaba que ir a trabajar hasta el departamento de Quetzaltenango.

Pasaron la mañana muy bien, apenas si almorzaron, estaban decididas a que todo estuviera ya en orden en su nuevo hogar, como a las 6 de la tarde tocaron la puerta, doña Rosa salió a atender, mientras María limpiaba el primer patio de la casa, doña Rome, que era la que vivía en la casa de enfrente, había llegado con panito dulce a dar la bienvenida a los nuevos vecinos, también iba acompañada de su hijo Sebastián, que tenía 12 años.

La visita provocó mucha alegría en la casa, doña Rome estaba contenta que hubiera gente en esa propiedad, porque tenía miedo que por estar abandonada llamara la atención de algún delincuente, que siempre buscan casas solas para pernoctar, Sebastián quedo enamorado de María, lo hacía ver por el gusto con que la trataba y platicaba con ella, a María esto le daba mucha ternura.

Durante esa semana las visitas eran diarias, ya sea que doña Rome llegara con panito para refaccionar o que Sebastián llegara para jugar con María, incluso don Pedro se sentía a gusto al saber que su familia no estaba del todo sola cuando él viajaba, también estaba muy preocupado porque a María se le dificultaba dormir por la noche.

Un par de semanas después, eran frecuente encontrar en la casa a Sebastián, tanto que doña Rome lo llamaba para cenar, y tenía que ir prácticamente a sacarlo, el niño no quería separarse de María, un domingo por la noche en noviembre en que la familia completa de María cenó con la familia de doña Rome, estaban platicando don Julio que era el esposo de doña Rome con don Pedro, don Julio le mostraba los zapatos de futbol, que había comprado para Sebastián.

Don Julio: “Así es don Pedro, estos zapatos son para que mijo eche muchos goles”, mientras acariciaba la cabeza de Sebastián, “También es un regalo, porque ya no le tiene miedo a la oscuridad”.

Don Pedro: “Eso es común en los niños, viera que problema con Mariita, como estaba acostumbrada a dormir con sus primas, ahora le cuesta dormir sola, a veces se nos llega a meter a la cama en la madrugada y se me espanta el sueño”, “dice que ve sombras y cosas así, yo creo que es producto de un mal sueño, porque come mucho de noche”.

Los visitantes nocturnos hostigan a Maria

María bajaba el rostro en la mesa, por la pena, pero doña Rome lanzó una mirada a su marido, quien luego de esa seña, con una mirada tierna vio a María y le dijo: “Mija linda, no tenga miedo a la oscuridad, encomiende su sueño a Dios y todo estará bien”, Sebastián se mostró un poco inquieto al escuchar esto y fue a sentarse a la par de María, y sonriéndole le dijo: “No temas María, yo le pegaré al demonio si te quiere molestar”, fue escuchando eso doña Rome y empezó a regañar a Sebastián, a don Pedro le dio risa la ocurrencia del niño y le pidió a doña Rome que no lo regañara.

El lunes por la mañana María se quedó triste ya que su papá estaría fuera toda la semana, ya que de parte del trabajo tendría que ir al departamento del Petén.

El martes de esa semana, por la madrugada, María volvió a despertarse como le pasaba algunas noches, como en otras ocasiones vio su puerta abierta, la cual ella cuidaba de cerrar bien, debido a que el viento de ese noviembre soplaba mucho, se sintió observada, creía escuchar voces, a veces risas y no lograba distinguir una palabra, vio su reloj despertador y eran las 2 de la madrugada, María se sentía fatal, no sabía por qué se despertaba, de pronto notó que sólo podía mover la cabeza pero no su cuerpo.

Un sudor frío corrió por su frente y por su nuca, al sentir que algo pesado se sentaba en la orilla de la cama del lado izquierdo, ella cerró los ojos, sabía que no era su mamá, de repente sintió como el bulto que se sentó, se acostó a la par de ella, María abrió los ojos y notó un bulto negro que estaba espaldas a ella, María quería gritar pero no podía.

Visitantes Nocturnos

De pronto pensó que estaba dormida, que tal vez era un sueño como decía su papá, pero de pronto sintió otro bulto en la orilla derecha de la cama, María sabía que no era un sueño, pero no podía ni mover un dedo, quería orar pero no se recordaba de ninguna oración, así pasó la noche en ese sufrimiento.

En la tarde del siguiente día, la niña esperó a que estuvieran en su casa doña Rome y Sebastián para contarle a su mamá lo que le había pasado, pensando que de alguna forma al estar los vecinos, Doña Rosa le creería, pero aun así doña Rosa se mostraba escéptica a lo que le decía la niña.

Doña Rome le pregunto si habían bendecido la casa, a lo que doña Rosa dijo que no, que no lo creía necesario porque ellos eran gente buena. Sebastián solía abrazar a María cuando esta se ponía mal, María sentía mucho apoyo en el niño, lo curioso es que el niño siempre quería decir algo y la mamá no lo dejaba.

La noche de jueves fue peor, María decidió acostarse tarde, tal vez así no se levantaría de madrugada, pero no, esta vez fue algo diferente, María sabía que estaba durmiendo pero no se podía despertar, algo pequeño abusivamente se sentó en su pecho con las piernas abiertas y no la dejaba respirar.

La agonía de la joven fue mucha esa noche, sobre todo cuando las dos sombras que siempre la molestaban se sentaron en ambas esquinas de la cama, y hubo una cuarta silueta esa noche en el cuarto, María esforzándose para despertar pudo abrir los ojos, esta nueva entidad no era tan oscura y dejaba ver su rostro, rostro que no tenía ojos ni nariz, solo agujeros, boca abierta y sin dientes, no tenía cabello.

Poco a poco empezó a acercarse a María, flotando sin caminar, la niña escuchaba como hablaban entre ellos, pero no entendía nada de lo que decían, la niña recordó la oración del padre nuestro, ya que Sebastián hacía que lo repitiera con él por las tardes, cuando empezó a rezarlo, los tres que estaban en la cama se apartaron rápidamente.

Pero la cuarta, la que había aparecido esa noche, se acercó y acarició el cabello de María, provocando confusión en el rezo que esta estaba haciendo, a veces decía el final, a veces otra parte de la oración, provocando que la muchacha dejara de hacerlo y con esto las otras tres entidades volvieron a sus lugares y siguieron mortificando a la niña,

Al siguiente día a media mañana cuando doña Rosa volvió del mercado vio que su hija no estaba en casa, así que fue a buscarla a donde doña Rome, la niña aún estaba en camisón y estaba llorando, Sebastián la confortaba abrazándola, al preguntar que le pasaba a su hija doña Rome le contesto con una actitud de defensa hacia la niña: “No ve mujer que la niña está muy delgada, la están molestando en su casa y ustedes no hacen nada”.

Doña Rosa: “Como cree doña Rome, lo que pasa es que no quiere dormir sola y ya está grande”. A lo que doña Rome agrego: “Yo sé lo que le digo, lo mismo le paso a mi Sebastián, y no le creímos hasta que con mis propios ojos vi una noche que me lo estaban ahogando y cuando lo quisimos ayudar, vimos sombras que no querían que nos acercáramos, fue una noche larga, pero mi esposo pudo más, ya que le pidió a San Martin de Porres que nos ayudara, solo así conseguimos que lo soltaran”.

Doña Rosa le dijo a la niña que se fuera a bañar en lo que terminaba de platicar con doña Rome, Sebastián la acompaño para que no estuviera sola, se quedó afuera del baño en lo que la niña se bañaba mientras cantaba una cancioncita que le había enseñado una monjita en la escuela: “Cristo vence, Cristo reina, Cristo Cristo impera”.

Al escucharla María comento: “Que bonita canción, me reconforta mucho”. “Si lo sé” dijo Sebastián, es la canción que canto cuando le pego chicotazos al demonio con mi escapulario cuando me quiere molestar, así como lo hizo San Martin de Porres con su cinturón, “Bueno, la verdad fue solo una vez cuando yo tenía 7 años, me molestaban mucho de noche, ahora ni se me acerca”, “por eso siempre canto la canción, no hay que dejarse”.

Los visitantes que hostigan a Maria

Cuando María estaba ya cambiadita entro su mamá con doña Rome y un sacerdote llamado José, el cual bendijo la casa y a la niña, María se sintió muy reconfortada, doña rosa apenada le pidió disculpas a su hija por no haberla tomado enserio, luego de la bendición el Padre José les dijo que regresaría el domingo después de misa ya que quería conocer a don Pedro y platicar del asunto, lo que le cayó de maravilla a María y a su mamá, antes de irse el Padre José le regalo a María un escapulario de San Martin de Porres.

Esa noche doña Rosa se quedó a dormir en el cuarto de la niña, rezaron y se prepararon para dormir, María dejo el escapulario colgado en la cabecera de la cama y se durmió abrazada de su mamá.

De pronto María despierta, la puerta está abierta, ve el reloj, 3 de la madrugada, exhala una bocanada de aire la que se convierte en nube por el frío que hay en la habitación, ve las cuatro siluetas en el cuarto que tratan de acercarse pero no pueden, están molestos, María sabe que es por la bendición que recibieron, María despierta con un jalón de brazo a su mamá, cuando doña Rosa despierta las tres sombras avanzan en contra de ella, una a cada lado y la más pequeña se le sienta en el pecho, la niña ve sin poder hacer nada como la mamá se ahoga.

Ya en ese momento María no se puede mover, ve como la cuarta entidad se le acerca con dificultad, la niña está completamente rígida, no puede mover la cabeza, ni un dedo siquiera, pero observa como con dificultad esta entidad se le acerca, María trata de rezar pero no puede, la entidad molesta por no poder acercarse completamente a la niña se hace cada vez más grande, como que tomara fuerza del ahogo y miedo de doña Rosa, empieza hacer movimientos en espiral convirtiéndose en una esfera de niebla oscura de unos 10 centímetros de diámetro.

En esta forma fácilmente se acerca a María, que en ese momento no tuvo miedo, y cuando de la esfera empezó a salir un cordón de neblina que quería meterse en la boca de la niña, esta escupió sobre la esfera, haciendo que la entidad volviera a su forma primaria, como que no se lo esperaba, en ese momento el brazo derecho de la niña se liberó, tomo el escapulario y dijo: “No hay que dejarse”.

Empezó a chicotear con el escapulario a la entidad con tal furia, que las otras tres entidades soltaron a la mamá, la cual comenzó a tomar aliento, furia provocada por el cansancio de tanta noche sin dormir, por tanto ahogo y sufrimiento, y mientras lanzaba cada golpe cantaba con energía: “CRISTO VENCE, CRISTO REINA, CRISTO CRISTO IMPERA”.

Eran alaridos los que emitía la entidad, e incluso María soltó algunos chicotazos a las tres sombras, las cuatro entidades rápidamente salieron del cuarto al patio, perseguidas por María, los alaridos eran terribles, María seguía lanzando chicotazos y seguía repitiendo: “CRISTO VENCE, CRISTO REINA, CRISTO CRISTO IMPERA”, María los persiguió hasta que salieron por la puerta de la casa, dicen que los alaridos de las entidades despertaron a más de un vecino, pero por temor no salieron a ver qué pasaba.

El domingo que llego el Padre José a bendecir nuevamente la casa, se enteró de lo acontecido, quedo admirado del valor de la niña, don Pedro tuvo que creer lo que paso porque esta vez doña Rosa fue la que contó lo que les había pasado.

La familia aún vive en esa casa y aún tienen buena amistad con sus vecinos.

Si alguna noche te despiertas de madrugada, sientes que te observan o escuchas voces en tu cuarto, o bien estas en un estado del sueño en que sabes que estas dormido y no puedes despertar ten cuidado, si hay algo malo cerca y lo siente puede que te quiera molestar, por eso siempre recuerda encomendar tu descanso a Dios, y como les he dicho en otras ocasiones: “CRISTO VENCE, CRISTO REINA, CRISTO CRISTO IMPERA” amen.

Investigación, historia y narración: Fernando Andrade Mazariegos (todos los derechos reservados, Guatemala octubre 2,014)

Dibujos: Fernando Andrade Mazariegos (todos los derechos reservados, Guatemala octubre 2,014)

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