El carro y la muerta

El Carro de la Muerta

Juan y su carro


Juan estaba muy contento, al fin el Mitsubishi Lancer que había tenido problemas en la aduana le iba a ser entregado. Este carro de color rojo era uno de los 3 que había ido a traer un par de meses atrás al norte, donde vivía su hermano Javier, realmente había sido un ofertón aquel carrito rojo, una ganga de esas que hay que aprovechar en el momento y que ahora esperaba que le dejara una buena ganancia.
Al estar ya el carro en la capital, Juan llamó a su compadre Chepe, mecánico de mucha experiencia que le levantaba todos los carros que traía de los USA. Chepe como siempre aprovechaba en revisar el vehículo en el gran espacio que tenía el zaguán de Juan, Chepe llegó cerca de las dos de la tarde, Juan llevándolo al zaguán le dijo: “Revíselo compadre, haber cuantos días le lleva, mientras tanto le diré a Ana de que ponga un plato más en la mesa pa’que se coma unos frijolitos con nosotros”, a lo que Juan muy contento respondió: “Que buena onda compadre, traje una batería, aceite de motor, gasolina y todo lo que haga falta para ver si arrancamos esta nave”.

Mitsubishi Lancer Rojo

Mientras tanto Juan se retiró a su oficina, trataba de vender un par de Pick ups que tenía aún entre su inventario, lo bueno de Juan es que siempre procuraba dejar bien trabajaditos los carros que traía para tener buenas referencias y no tener reclamos de parte de sus clientes.

Cerca de las seis de la tarde, Ana su esposa entró a su oficina para hablar del pago de la colegiatura de sus hijos Manuel y Andrea. Platicando de esto estaban cuando escucharon el arranque y funcionamiento del motor del Mitsubishi en el zaguán, “Puchis” dijo Juan, se paró y fue hacia donde estaba Chepe, al entrar en el lugar vio que su compadre sonreía, “Vos Juan, te rayaste, este no tiene nada malo, hay que ajustar algunas cositas pero al parecer está muy bien de funcionamiento» dijo Chepe, tanto Ana como Juan se subieron al carrito para dar una vuelta con Chepe, el motor sonaba bien, la caja funcionaba a la perfección, las luces y el sistema eléctrico parecían estar al 100.

Luego de cenar Juan le pagó a Chepe por sus servicios y le dijo que aún no pondría el rojito a la venta hasta no vender los dos que tenía pendientes, así que aprovecharía y lo usaría para mientras como carro familiar. Chepe le dijo a Juan que volvería en un par de días para hacerle unos arreglitos al carrito.

Llegó el día domingo y con esto el acostumbrado viaje para visitar a los padres de Juan que vivían al otro lado de la capital, en una colonia de Mixco. Juan y su familia vivían en una colonia al sur de la ciudad, así que el viaje era un tanto largo, ese día estrenaron al rojito, el carro andaba suave y sin eventualidades, luego de la acostumbrada visita todos se despidieron de los abuelos, salieron aproximadamente a las diez de la noche de esa colonia, había tráfico muy escaso, el carrito iba muy bien, pero después de una curva un tanto pronunciada el carro se apagó, “Bueno” dijo Juan, y continuó: “Alguito tenía que tener el nene, pero igual, hay que ver qué es”, antes de bajarse a revisar el motor Juan trató de encender de nuevo el vehículo y éste sin problemas arrancó y continuó la faena.

Faltando 5 minutos para llegar a su casa, en una pequeña cuesta el carrito de nuevo se apagó, con el envión que llevaba Juan aprovechó y se aorilló, volvió a encender al rojito y éste respondió como que no tuviera ningún problema.

Al llegar a la casa Juan inmediatamente llamó a Chepe, le contó los dos sustos que le pegó el carrito y le pidió favor de que le fuera a echar un ojito al siguiente día para ver qué era lo que estaba provocando la falla.

Al día siguiente, Juan luego de una negociación pudo vender uno de los dos pick ups que tenía atrasados en venta, esto lo puso muy contento, cuando llegó a su casa encontró a Chepe molestando y jugando con sus ahijados, luego de saludar le preguntó al experimentado mecánico sobre los problemas de la nave, su compadre entonces mientras abrazaba a Manuelito le dijo: “Compadre, fíjese que no le encuentro nada al carro, todo está bien, incluso le di un par de vueltas a la colonia y como que sólo a chileriarlo lo saqué, porque no molestó para nada, la batería está bien, el alternador está cargando bien a la batería, realmente creo que no le tiene que volver a molestar».

El carro rojo yace parqueado en su casa

Chepe se iba a marchar sin cobrarle nada a Juan, porque realmente no tenía porqué hacerlo, pero aún así Juan metió un billetito en la bolsa de la camisa de Chepe diciéndole: “Pa la gas y pa las aguas”, luego de esto ambos sonrieron y se despidieron.

Llegó la noche y con esto la revisión de las tareas que los niños tenían que llevar al día siguiente, luego de esto Manuel y Andreita que compartían el mismo cuarto se acostaron en sus respectivas camas. Andreita en aquel entonces tendría cerca de ocho años y su hermanito siete.

De pronto Andrea se despierta de la nada, piensa que falta poco para prepararse para ir al colegio, pero ve el despertador y son las dos de la madrugada, la niña suspiró feliz, aun tenía tiempo para dormir, puso la cabeza en la almohada y se disponía a dormir de nuevo cuando se dio cuenta de algo, no había ruido en lo absoluto, todo estaba muy en calma, no se escuchaban carros en la calle, ni perros ladrando a lo lejos, ni un grillo se escuchaba siquiera, había tanto silencio que podía escuchar su respiración y la de su hermano, de pronto, le pareció escuchar algo afuera de su puerta, alguien caminaba de izquierda a derecha, frente a la puerta del cuarto de los niños estaba el cuarto de los padres, hacia la izquierda había un corredor largo que comunicaba a la sala y luego a la calle, hacia la derecha seguía el corredor hasta llegar a un gran patio que comunicaba con el gran zaguán donde su padre tenía los carros.

Había tanto silencio que la niña pudo darse cuenta de que la persona que caminaba iba arrastrando los pies, por un momento pensó que alguno de sus padres era el que venía de la sala y de seguro se dirigía a su habitación, pero no, la persona que andaba arrastrando los pies siguió hasta el patio.

La niña se quedó dormida esperando a escuchar si esta persona regresaba al cuarto de sus padres, el resto de la semana pasó sin novedad, al siguiente domingo como siempre recorrieron en familia el camino hasta la casa de los abuelos, en esta oportunidad el rojito ya tenía el letrero de “Me venden” con el número de celular de Juan, luego de la visita de nuevo iban de regreso cuando extrañamente el carrito se paró muy cerca de donde lo hizo la primera vez, en la curva pronunciada, pero esta vez no respondió cuando Juan trató de nuevo de arrancar el carro, Juan se tuvo que bajar, Ana se bajó para auxiliarlo, Juan movió algunos cables, luego le pidió a su mujer que tratara de arrancar el carrito, Ana se subió y así lo hizo, el carro respondió y siguieron hacia su casa, pero, igual que el domingo anterior justo en la pequeña cuesta que hay antes de llegar a su casa el rojito se volvió a quedar parado, Juan hizo el mismo procedimiento y el carro arrancó.

Al llegar a la casa Juan de nuevo llamó y le pidió a su compadre de que le llegara a revisar el carro, Chepe muy extrañado le dijo a su compadre: “Rey, yo no le encontré nada de malo al carro pero llego el miércoles a revisarlo”, a lo que Juan contestó, “Si vos porque llamaron y lo quieren ver el viernes”.

Llegó el viernes, el carrito se portó muy bien, pero lamentablemente no se concluyó la negociación porque el cliente no le llegaba al precio mínimo que Juan necesitaba para vender al rojito, así que Juan regresó a casa esperando que lo llamaran en los próximos días para ver el Mitsubishi.

Llegó la noche de ese viernes, todos dormían plácidamente, de pronto, de nuevo Andrea despierta, y para su sorpresa Manuelito estaba despierto sentado en su cama, Andreita le iba a hablar cuando éste le hizo la seña de que no hablara, la vista de ambos recorría el cuarto a oscuras mientras escuchaban como “Alguien” caminaba por el pasillo arrastrando los pies y a veces golpeando suavemente el piso con el carcañal.

La persona pasó por enfrente de su cuarto de derecha a izquierda, en dirección a la sala, Manuel dijo entonces suavemente: “Mi mamá no puede dormir”, a pararse para ir a ver iba cuando Andreita lo detuvo, los pasos venían de regreso, ambos sentaditos escucharon los pasos que lentamente se acercaban a su puerta, justo en ella los pasos se detuvieron, luego de una pequeña pausa los pasos continuaron con dirección hacia el patio.

“Puchis” dijo Manuelito, luego comentó: “Esa mi mamá va pal patio”, Andreita le preguntó: “¿Por qué decís que es mi mamá y no mi papá?”, a lo que el niño contestó: “Porque mi papá es más pesado y la otra vez yo desperté y vi como alguien de pelo largo iba saliendo por la puerta del cuarto”, Andreita abriendo grandemente los ojos le preguntó: “¿Cómo sabés que es mi mama?”, a lo que el niño inocentemente respondió: “Pues porque no hay otra mujer en esta casa”.

Entonces comenzaron a escuchar un lloriqueo, los niños se afligieron pensando que su mamá estaba mal, así que dispusieron salir a ver qué le había pasado. Al salir notaron una silueta femenina que se dirigía hacia el patio, ellos la siguieron, al llegar al patio notaron mucha claridad por la luna, vieron entonces como la silueta blanca que ellos creían que era su madre entraba en el zaguán, el lloriqueo era más claro, ambos atravesaron el patio, entraron por la puerta hacia el zaguán, todo estaba oscuro, entonces Andrea buscaba con la mano en la pared cómo prender la luz.

Andrea encendió la luz, y en ese instante el lloriqueo cesó, comenzaron entonces a llamar a su mamá: “Mama, mamita, mami, mama”, Ana creyó escuchar que sus hijos la llamaban, así que se levantó, entró al cuarto de los niños y se asustó al no encontrarlos, luego escuchó efectivamente que la llamaban desde afuera, así que rápidamente corrió hasta el zaguán, donde los encontró, al verla ellos la abrazaron mientras le preguntaban por qué lloraba, Ana no comprendía, así que los tomó y los llevó a su cuarto, ya estando allí les dijo que por nada del mundo salieran al patio en la noche sin avisarle a ella o a su padre, a los niños ésto les quedó muy claro por la seriedad con que se los dijo su madre, luego de esto Ana los acostó y se quedó con ellos hasta el amanecer.

Al día siguiente Ana le contó a Juan lo sucedido la noche anterior, Juan habló con los niños recalcando las recomendaciones de su madre, Andrea y Manuel estaban muy concientes de que no debían salir y avisar si escuchaban algo en la noche.

Llegó otro domingo y para sorpresa de la familia a pesar de que Chepe había revisado nuevamente el carro y había cambiado algunas piezas de nuevo el carrito rojo falló y curiosamente en los mismos dos lugares, Juan entonces llamó muy molesto a su compadre, Chepe entonces también algo molesto le dijo que iba a revisar de nuevo el mitsubishi.

Pasaron algunas semanas y los domingos el resultado era el mismo, incluso la relación entre los compadres había decaído mucho, uno trataba al otro de aprovechado y el otro al uno de huevón, entonces Juan optó por buscar otro mecánico, lógicamente lo encontró pero cuando éste le cobró por revisar el carro y cambiar algunas piezas Juan notó la diferencia en el costo, Chepe realmente lo consideraba mucho no sólo por ser compadres, si no por todo el trabajo que Juan le llevaba a su taller.

Esa semana el carrito funcionó muy bien, menos el domingo, Juan sin saber qué hacer llamó a Chepe para disculparse por la forma en que se habían tratado últimamente, Chepe también se disculpó, entonces Juan le dijo a Chepe que cuándo le revisaba al rojito otra vez, a lo que Chepe le respondió: “Son babosadas compadre, ahurita mismo llego y damos una vuelta de una vez para ver que pasa”, como Chepe vivía a unas cuadras de la casa de Juan llegó en menos de 5 minutos, Chepe llegó con su hermana pequeña Sofía que tenía dieciocho años.

Chepe se sorprendió a ver lo molesto y cansado que estaba Juan con tanto problema del rojito, a Chepe no se le ocurrió nada más en ese momento que dar el mismo recorrido largo que hacia Juan los domingos, Ana dijo que los iba a acompañar, así que Sofía se quedó mientras tanto con los niños, Juan condujo el carro hasta la colonia donde vivían sus padres, Chepe iba de copiloto y en el asiento de atrás iba Ana. Juan todo el camino estuvo sacando su enojo mientras su compadre y su esposa escuchaban de su frustración.

Entonces en la curva de siempre el carro se detuvo, entonces Juan dijo: “Es una desgracia, acá te voy a dejar tirado pedazo de mierda”, Chepe trataba de hablarle diciéndole: “Compadre, tranquilo, ¿Ya se dio cuenta?, compadre, mire para la derecha, compadre”, en ese momento Juan mientras forzaba él carro para que arrancara golpeó fuertemente el timón, entonces el carro arrancó, “Amor, ni siquiera escuchaste lo que te dijo Chepe ni viste lo que te enseñó, las últimas semanas has estado de un humor horrible” dijo Ana.

Todos iban callados por el camino de regreso cuando de nuevo en la cuesta de siempre antes de llegar a la colonia donde vivían de nuevo el carro se apaga, de nuevo Juan frustrado dice: “No, ni mierda, te voy a prender fuego cerote, y te voy a dejar aquí tirado, aquí”, entonces Chepe con voz un poco alta le dice a Juan: “Aquí donde, ¿dónde compadre?, ya cálmese, ¿ya vio dónde estamos?”, “Pues donde más, donde se queda parado este cerote siempre” dijo Juan, entonces Ana entre asustada y molesta le dice a su marido mientras se le quiebra la voz: “Amor, ya, mira a la par de donde estamos”.

Entonces Juan mira a su izquierda, suspira, no comprende qué es lo que le tratan de decir Chepe y su esposa, luego de un “Dios mío” ahogado de su mujer es que la razón entra por sus ojos.

Ahí, varados, bajo unos árboles Juan ve como algunas luces de los postes iluminan las tumbas del cementerio que queda cerca de esa colonia, “Puta madre, no puede ser, como soy de burro” dice Juan, luego Chepe poniéndole una mano en el hombro le dice a Juan: “Compadre, vamos a echarnos un trago a su casa, porque donde se le ha quedado el carro parado allá por donde sus padres, en esa curva, hay cerca otro cementerio”.

Para sorpresa de todos, el carro arranca sin problemas, Juan y Ana quedaron en no decir nada a los niños, luego de echarse un par de tragos Chepe le recomienda a Juan de que vaya a bendecir el carro con algún sacerdote, ya que, según él, solo Dios sabe que habrá pasado dentro de ese carro en el norte.

Esa noche Ana y su esposo disponen que los niños duerman con ellos por algún tiempo, lo que a los niños les parece fantástico, luego de acomodados todos Ana apaga las luces y es la última en quedarse dormida.

Un ahogo, Ana se despierta tratando de respirar, en ese momento ve como Andrea va saliendo del cuarto entre la oscuridad, como puede despierta a Juan, Juan le pregunta qué pasa, después de un par de respiros Ana sólo dice: “Mi niña”, y sale corriendo detrás de Andrea, Juan por no dejar solo a Manuelito lo carga y sale detrás de su mujer.

Ana alcanza a Andrea en el patio, la toma del brazo y le dice: “¿Vos para dónde vas, ¿qué te pasa?”, la niña le contesta: “Es que ella necesita ayuda mamá, pobre, hay que ayudarla”, la luz del zaguán esta encendida, pero por alguna extraña razón es más opaca de lo común, Ana se descuida una fracción de segundo y la niña se le safa de las manos, corre y entra al zaguán, entonces Ana rápidamente entra detrás de ella.

Cuando llega Juan al zaguán casi se desmaya al ver a la niña señalando hacia el vidrio de atrás del carrito rojo.

Juan que cargaba a su hijo con todas sus fuerzas jala a su mujer que estaba paralizada y le da al niño, luego jala a Andrea hacia él, ahí, frente a ellos, dentro del Mitsubishi estaba viéndolos una mujer, con sus manos carcomidas acariciaba el cristal transparente, su rostro era cadavérico, pálido y casi podrido, su boca era grande, mucho más de lo normal, boca temblorosa que se habría y cerraba, sus ojos estaban secos, pero aun así los miraba fijamente.

Juan terminó de jalar a la niña que no quería salir del zaguán, ya estando afuera con mucha dificultad llegaron de nuevo hasta su habitación, los niños se quedaron dormidos pero sus padres no pudieron pegar los ojos el resto de la noche, por momentos escuchaban los lamentos de esa mujer, incluso sintieron en algún momento que ésta llegó hasta la puerta del cuarto, pero no entró.

Al día siguiente Juan trataba de rematar el carro en Internet, y mientras aparecía un comprador éste decidió dejar parqueado al rojito afuera de la casa, no pasó mucho tiempo para que compraran el carrito ya que lo dejó realmente muy barato.

Luego de vender el carro, por recomendación de su compadre Juan bendijo su casa, cuando le preguntaron a Andrea si esa mujer no le había dado miedo ella dijo que no, que era muy bonita pero que se miraba que estaba lastimada.

Yo me le quedo viendo a Juan y le pregunto: “Juan, ¿Bendijiste el carro antes de venderlo?, a lo que él me contestó: “No mano, lo que yo quería era deshacerme de él”, luego le pregunte si no pensó en algún momento que tal vez ese espíritu necesitaba ayuda, a lo que él me contestó que no le importaba.

Luego de revisar mis anotaciones y después de despedirme le dije: “Estas consciente de que hay alguien allá afuera manejando un Mitsubishi rojo posiblemente con un espíritu que necesita ayuda dentro de él, o en el peor de los casos, este puede ser un espíritu maligno”, a lo que me contestó: “Mano, ahora bendigo todos los carros que traigo, además, un año después de que vendí al rojito busque a la señora a la que se lo vendí con pretexto de ver como estaba el carrito, pero ella se lo regaló a un su sobrino y éste lo vendió, de eso hace unos 5 años, en fin, saber dónde anda ahora el rojito».

Investigación, historia y narración: Fernando Andrade Mazariegos (Todos los derechos reservados Guatemala septiembre 2018)

Imágenes tomadas con fines ilustrativos.


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